Los jugadores del RCD Mallorca Iván Ramis, Emilio Nsue y el camerunés, Pierre Webó (izq-dcha) muestran su decepción tras encajar el segundo gol ante el Racing de Santander. | Efe

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Racing 2 ? 0 Mallorca

Racing de Santander: Toño; Pinillos, Henrique, Alvaro (Osmar, min 82), Cisma; Kennedy (Luque, min 67), Colsa, Lacen, Munitis (Christian, min 78); Giovani y Rosenberg.

Mallorca: Aouate (Lux, min 46); Víctor, Nunes, Ramis, Ayoze; Martí, De Guzmán; Aki (Casadesús, min 46), Nsué, Castro (Pereira, min 60); y Webó.

Goles: 1-0, min 13. Rosenberg. 2-0, min 42. Kennedy.

Àrbitro: Carlos Delgado Ferreira (comité vasco). Mostró cartulinas amarillas a Kennedy, Giovani, Lacen y Rosenberg por el Racing y a Víctor por el Mallorca.

A falta de cuatro jornadas para archivar otra edición de la Liga, el Mallorca sigue sin resolver el papeleo de la permanencia. Sobre el papel, los 42 puntos que transporta en la mochila deberían ser suficientes para apagar la luz y ponerse a pensar en el ejercicio que viene, pero los últimos resultados y la presión que está ejerciendo la zona baja de la clasificación han vuelto a descubrir algunas dudas. Entre otras cosas, porque el equipo de Laudrup parece empeñado en dejar cabos sueltos en uno de los tramos más complejos del curso. Sin la actitud de su compromiso anterior y con la inseguridad que le despierta tener delante a un rival hambriento, la escuadra isleño patinó de nuevo a domicilio y se entregó a los brazos de un Racing tan frágil como dañino. Como recordaba esta semana el técnico rojillo, conviene no despistarse (2-0).

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Como marca la tendencia habitual, el encuentro volvió a nacer marcado por las necesidades de uno y otro. El Racing, con el fango por los tobillos, se presentó con el cuchillo entre los dientes y eso le alcanzó para hacerse con la gestión del juego, aunque la mayoría de las veces fuera incompleta tampoco. El Mallorca, por su parte, acudía sin peso a la espalda y con un aspecto más aseado al que lució en Riazor y La Rosaleda, pero igualmente dispuesto a dejarse llevar. Controlaba el tráfico por delante del área de Aouate y se lanzaba a por el oro a la contra sin levantar demasiado polvo. Poco más.

Empezaba a estirarse la tarde cuando el Mallorca se animó a quitarle el último envoltorio al partido. Experimentó con su munición el cuadro balear, que inauguraba sus estadísticas con un derechazo larguísimo de Nsue que acabaría en una exhibición de Toño. Sin embargo, lejos de despejarle el camino, la oportunidad le abrió los ojos al Racing. Dos minutos después, un desajuste en el costado derecho de la defensa habilitó a Giovani frente a Joao. El mexicano alzó el rostro e introdujo la bola en el meollo del área, donde apareció Rosenberg para rajar la función y elevar la pendiente del camino en pleno prólogo.

Sin apenas espacio para asimilar lo que estaba pasando, los cántabros perdonaron el segundo. Andaba desorientado el Mallorca, que se descuidó en las marcas durante el saque de esquina posterior, que afortunadamente se saldó con un remate tan plácido como defectuoso de Àlvaro. Parecía que la tormenta iba a desatarse hasta que se abrió el cielo en El Sardinero. El conjunto de Laudrup consiguió edificar una jugada de ataque y aunque todavía no había armado el brazo, Henrique zancadilleaba a De Guzman en los confines del área para provocar un penalti extraño que podía haberlo cambiado todo. No obstante, la maldición de los once metros continúa arraigada al vestuario rojillo, del que sigue sin emerger un lanzador mínimamente fiable. Siguiendo la última jerarquía instaurada por el técnico, le tocaba a Ramis cargar con esa responsabilidad, aunque su lanzamiento, seco y centrado, halló la resistencia de Toño e hirió todavía más la moral de un equipo con facilidad para desmontarse.

Si para algo sirvió la pena máxima fue para alimentar la tensión del equipo local, que empezó a notar el vértigo. Su coraje inicial se fue disolviendo entre jugada y jugada y aunque el Mallorca no llegaba a causarle heridas, el combate estaba equilibrado y dispuesto para definirse en la segunda mitad.

Caminaba la cita hacia el descanso cuando el conjunto bermellón encajó el revés más duro de la jornada. Una falta inocente, demasiado esquinada como generar miedo, acabó dándole a los de Laudrup el golpe de gracia. Otro sueco, esta vez Kennedy, apuró su disparo a la diestra de Aouate y el portero, que fue el primer sorprendido por el lanzamiento, no sólo no evitó el segundo gol, sino que se lastimó al golpearse con el palo. Duro contratiempo. Durísimo para el equipo.

Ante ese panorama, a Laudrup sólo le quedaba la opción de revolucionar sus esquemas para resetear el partido antes de que anocheciera del todo. Lux tuvo que coger el relevo de Aouate y el danés apartó del tapete a un Aki irreconocible para amontonar pólvora arriba con Víctor. Aún así, al principio las diferencias se hicieron todavía más grandes. El Racing liberó todo su caudal en ataque y fabricó un rosario de ocasiones que lanzó al contenedor de forma llamativa. Primero Munitis, que erró lo que era casi un penalti en movimiento que murió en el cuerpo de Lux. Y un minuto después, Rosenberg seguía sus pasos. Se estaba librando el Mallorca de una lluvia de golpes que debía haber supuesto su defunción en el partido.

A partir de ahí, empezó a salir el sol. El problema es que ya era demasiado tarde. Pereira le dio una nueva dimensión al equipo y desquició al Racing, además de medir la seguridad de un excelso Toño, un muro infranqueable. Pero los dos tantos de ventaja eran un muro imposible de superar y el único consuelo isleño era acabar la pelea con dignidad.