Pese a los intentos de ambos equipos, no han logrado arrancar más que un empate.

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Se pudo ganar. Se pudo perder. Y se acabó empatando. El Mallorca agarró en Santander un punto que afianza su candidatura europea y que mejoró su biografía como visitante, aunque la sensación de escasez resulta inevitable. Demasiadas cosas separan en estos momentos a la escuadra balear y al Racing, un equipo sin pegada y condenado a pelear por evitar el descenso. Es imposible calcular los efectos reales de las decisiones que tomó Manzano antes y durante el partido, aunque si es una evidencia que el jienense reservó demasiada munición. El botín final no deja malparado al entrenador y el once que diseñó, pero a estas alturas de la competición prescindir de algunos futbolistas es un lujo más que discutible. Visto lo visto en Santander, la inclusión de Varela y Webó en el equipo titular es una temeridad. Una extraña forma de dar ventaja al contrario. Quizás puedan sumar. Quizás el africano ofrezca variantes en ataque, pero estos argumentos apenas son contundentes. Manzano lleva días con la vista puesta en el Barça, pero los puntos que ayer se pusieron el juego valen lo mismo que los del sábado.
Sucedieron cosas durante el primer acto. Fue el Mallorca dueño del balón y eso le permitió generar ocasiones a pocos metros de distancia de Coltorti. Pero el Racing se sintió a gusto con su papel de artista secundario. Las coordenadas sobre las que iba a manejarse la escuadra cántabra quedaron al descubierto desde los compases iniciales. Su renuncia a llevar el peso del partido fue inmediata, aunque eso no le impidió generar algún que otro cortocircuito a su adversario.
De hecho, las dos opciones más claras del primer tiempo fueron para Tchite y Munitis. El primero ganó la espalda a los centrales bermellones y tras un extraordinario pase de Diop se encontró solo ante Aouate. Anduvo lento el delantero local, cuyo disparo acabó siendo despejado sobre la línea de gol por Ramis. Poco después, fue Christian Fernández quien trazó un pase milimétrico que la cabeza de Munitis estropeó por completo. En el otro bando, casi todas las operaciones ofensivas nacieron de los pies de Gonzalo Castro, que apenas encontró gente con la que asociarse. Borja tuvo problemas para maniobrar en la zona ancha y los desmarques de Víctor apenas fueron optimizados por Webó, que nunca acabó de encontrar su sitio en el campo. El camerunés fue una de las apuestas más controvertidas de Manzano para el asalto a El Sardinero. Y fue un fiasco. Casi siempre llegó tarde. La otra decisión del entrenador fue la inclusión de Varela en el flanco derecho, por delante de Josemi. La ausencia de Julio Alvarez propició el regreso del centrocampista andaluz que, simplemente, no aportó nada.
El respeto del Racing proyectó a un Mallorca dominador pero también poco profundo. Lo intentó Gonzalo Castro por tierra, mar y aire pero sus remates encontraron siempre buenas respuestas de Coltorti. Los golpes bermellones también llevaron la firma de Ayoze, que trazó un potente disparo desde fuera del área, y de Ramis, que dibujó un buen cabezazo en el minuto 25.
La jerarquía balear había quedado más o menos clara durante la primera parte de la función, pero acabó siendo relativa en el segundo tiempo. El Racing decidió dar un paso al frente y el Mallorca empezó a pasarlo mal. Bastante mal. Fueron los constantes gazapos de Tchite los que evitaron que los daños fueran importantes. Definitivamente, el delantero burundés no tuvo su día y Portugal no tardó en mandarlo al banquillo.
El guión del encuentro había sufrido revisiones notables. Ahora los de casa empujaban, si bien es cierto que el Mallorca nunca se sintió especialmente agobiado. Todo pudo cambiar tras una genialidad de Canales, que dejó el balón a los pies de Tchite con un taconazo que sólo pueden fabricar tipos con un talento muy especial, pero éste no acertó en el control del balón y la zaga rojilla acabó neutralizando su remate.
Con un rival más amenazante, el Mallorca también acabó encontrando más espacios. A la contra, el cuadro balear sembró el pánico. El partido reclamaba cambios, porque imperaba el desgobierno, pero Manzano volvió a burlarse de la lógica. Tiró de Mattioni, pero retiró del campo a Gonzalo Castro y desplazó a Varela a la izquierda. El movimiento apenas aportó algo. Tres minutos después, Webó se marchó lesionado (en el 72) e irrumpió Aduriz. Quizás era demasiado tarde. En plena cuenta atrás, el pánico a perder acabó afectando a los dos equipos. El Racing controló su ímpetu y el Mallorca volvió a sentirse cómodo. Se habían firmando las tablas.