Castanyer en las escaleras de la iglesia de Sant Bartomeu, en Sóller. | Fernando Fernández

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Su palmarés y su carisma le sitúan como uno de los referentes del cada vez más mediático mundo de las carreras de montaña y ultrafondo. Pero a Tòfol Castanyer Bernat (Sóller, 1972) le ha sorprendido la repercusión que ha tenido su regreso puntual al asfalto, a sus orígenes. Su victoria en el Palma de Mallorca Marathon, acompañada de los títulos absoluto de Balears y nacional de veteranos, y de una notable marca, teniendo en cuenta el singular recorrido de la prueba, de 2:31:19. Ganador de la Copa del Mundo, icono de la historia reciente de la Ultra Trail del Mont Blanc y uno de los ejes del potente equipo Salomon, ya empieza a planificar una temporada 2018 en la que marca objetivos ambiciosos, demostrando que los años no pasan para él.

—¿Le ha sorprendido la repercusión de su victoria en la Palma de Mallorca Marathon?
—La verdad es que me sorprendí a mí mismo del rendimiento y la marca. Hace unas semanas corría por montaña, y los ritmos, la zancada, los condicionantes musculares, todo es diferente. Yo vengo del atletismo, me apasiona la montaña, pero me gusta acabar la temporada con una prueba atlética. Necesito un mes y medio de adaptación, que no lo he tenido, y por eso, y a mis 45 años, me he vuelto a sorprender. Seguro que el ver a un mallorquín ganando también a la gente le ha gustado y ha hecho que la prueba la sientan un poco más suya. He recibido muchísimas llamadas y felicitaciones. Me estoy demostrando, además, que la montaña y la carretera son compatibles.

—¿Puede hacer esto que le veamos más en pruebas que no sean de montaña?
—No lo creo. Primero, porque tengo cuarenta y cinco años y tengo que dosificarme. Segundo, porque Salomon es una marca de montaña y prioriza estas carreras. Y tercero, aunque me gusta el asfalto, es un complemento a nueve meses de montaña. Una forma de desconectar. En asfalto, consigo algo que cuesta más en la montaña, que es sentirme rápido. A lo mejor, cuando deje seriamente la montaña, no descarto ir para carretera. Es más fácil de entrenar y se me da bien. Pero la montaña te da un plus, con el paisaje, que el asfalto no puede ofrecerte muchas veces. Creo que sentirme fuerte con 45 años, es un privilegio.

—¿Es una cuestión de genética, de disciplina...?
—Creo que hay un componente que no controlo. Genético, se suerte... no sé, no lo controlo. El que sí administro, con Félix Moreno y Dani Salas, es el cuidarse. Para seguir manteniendo niveles, te tienes que cuidar. Tengo hijos, un trabajo... La falta de obsesión psíquica también es clave. Estos últimos años, poder seguir compitiendo a alto nivel, que una marca como Salomon siga confiando en mí de cara al año que viene, es un lujo. Pero a la vez, no es una obsesión para mí. El día que no rinda, tengo una vida al margen del deporte, me dedicaré a otra cosa, y tendré otras obligaciones o motivaciones que la sostendrán.

—Salomon, una estructura de primer orden mundial, sigue contando con usted de cara a la próxima temporada...
—Me extraña (risas), pero es así. No pude rendir como quise en la prueba más importante del año (Ultra Trail Mont Blanc). Pero gané la Swiss Alpine, en Azores, en la Western rocé el podio... Hemos estado ahí y el año que viene volveré a hacer carreras a nivel mundial, no muchas, porque debo dosificarme, pero estoy con ganas.

—¿Alguna prueba le motiva de forma especial?
—Sí que he pedido volver a Western, una prueba que es de las míticas, la Diagonale des Fous (Diagonal de los Locos), en Madagascar, una de las más emblemáticas. Para los ultreros, es una de las tres o cuatro más importantes del mundo y la de referencia en África. Son cien millas muy cañeras. Dicen que toda la isla lo vive. Lo que acabe haciendo, incluso la UTMB, no lo tengo claro. Pero sí que las competiciones que haré, no serán de segundo orden. El día que no pueda aguantar, a lo mejor tiro para otro lado, a un segundo nivel. Mi idea es estar en las grandes. Y si es con Kilian (Jornet), Luis Alberto (Hernando) y François (D’Haene), mejor todavía. Intento luchar, si se puede, por carreras de primera categoría.

—Con todo lo que le ha pasado y el recuerdo de esa segunda plaza, ¿tiene una espina clavada en la Ultra del Mont Blanc?
—Creo que con la UTMB hay un punto de mala suerte. Sinceramente, el año pasado uno, involuntariamente, me tira en el kilómetro 1’8. Hace tres años, yendo líder, una caída y me retiro en el 130. Este año ya fue tremendo. Me han hecho todas las pruebas posibles, y fueron dos edemas de córnea, medio ciego durante ocho horas. No hay secuelas, pero quiero saber si hay algún tipo de condicionante que lo provocó. Lo achacan a condicionantes alérgicos, míos de ingerir algo, o ambientales. No lo sé, yo soy bastante matemático y me gustaría saber por qué me ha pasado. No es estrés, porque iba con menos que en otras ediciones. Lo importante es que no dejó secuelas, pero tengo la duda de saber el origen del problema. Estamos intrigados, yo y los médicos.

—¿Qué le pide a 2018?
—Lo primero, que las lesiones y la salud me respeten. Si no es así, difícilmente puedo preparar y alcanzar objetivos. Después, lo que pase, pasará, pero mi grado de motivación es muy elevado. Acabar bien la temporada me hace ver el futuro con optimismo, pero será el día a día el que nos ubicará.