Gustavo Siviero, técnico del Atlètic Balears, atiende a los medios en el Estadi. | Miquel Alzamora

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El Atlètic Balears persigue un lavado de cara. Una intervención que le ayude a mantener la respiración y a estirar el sueño. Un cambio de rumbo que le permita elevar su puja en esa subasta por el ascenso que le ha cambiado la vida. Sometido a la primera terapia de grupo tras el desfallecimiento del Anxo Carro, el conjunto blanquiazul ha vuelto a arremangarse pensando en la final del domingo. Y, de momento, parece que la plantilla ha captado el mensaje y que ha comprendido la necesidad del club. Tras acomodarse en el diván y volver la mirada, los futbolistas y el cuerpo técnico son conscientes de que está totalmente prohibido volver a fallar y la única preocupación que flota ahora mismo en la caseta es cómo emplear la bala que aún guarda en la récamara.

El encuentro de Lugo ha propiciado una batería de reflexiones que, a pesar de situar al Atlètic en el centro de laberinto, han activado los sentidos del vestuario. «Esta vez es una auténtica final y ya no podemos mirar a otros partidos ni a otros equipos. Nuestra única realidad es que quedan noventa minutos y que tenemos que ganar dos a cero», advierte Dani Martín, el culpable de que el equipo continúe respirando, aunque sea de manera artificial. «Los fallos tienen que llegar hasta aquí y ya está, porque de lo contrario habríamos tirado un año por la borda. Con el gol vimos un poquito de luz y tenemos que aprovecharla. Tenemos que pensar en nosotros mismos, no cometer ningún error en defensa y concienciarnos de que si no marcamos dos goles seguiremos en Segunda B.», argumenta.

A estas alturas de la película todo cuenta. Cualquier factor, por irrelevante que parezca, puede tener sentido o determinar la inclinación de una eliminatoria que estuvo a punto de diluirse antes de tiempo. Y mientras en la Vía de Cintura todos los esfuerzos se dirigen a recomponer la autoestima del equipo, en Lugo los interrogantes se posan sobre el estado físico del plantel rojiblanco, cuyo desplome se hizo evidente durante el epílogo del primer asalto. Los calambres que padecían los futbolistas de Quique Setién encendieron las alarmas entre los gallegos, que se preocupan ahora de cómo les responderán las piernas sobre la hierba sintética del Estadi. La deshidratación, las elevadas temperaturas que podrían registrarse a mediodía del domingo en Palma, la humedad o la propia tensión del enfrentamiento generan cierta inquietud entre el cuadro gallego, cuyos preparadores ya han trazado una serie de pautas a seguir para minimizar los daños. No obstante, Quique Setién tampoco es partidario de que su ejército se prepare estos días sobre césped artificial (entiende que les puede perjudicar más que beneficiar por la falta de tiempo para completar una adaptación fiable) y como mucho dirigirá un par de sesiones en ese escenario. Sólo sus porteros le prestarán una atención especial a al verde sintético para evitar sorpresas.