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Por extraño que parezca, el Mallorca empieza a acostumbrarse a dormir entre la aristocracia del campeonato. Después de exponer en Sevilla las prendas más grises de su catálogo, el conjunto isleño recuperó el traje de los domingos y apaleó al Valladolid mientras representaba la función más completa del ejercicio. Los rojillos, subidos al mismo andamio que utilizaron durante su anterior actuación en casa, explotaron el permanente estado de confusión de la defensa pucelana y ventilaron la jornada en unos pocos minutos. Después, con los castellanos moviéndose sin sentido por el césped y el público de Son Moix haciendo la ola, la escuadra de Gregorio Manzano se divirtió, le dio lustre a unos números de gigante y reservó un alojamiento al costado de los más grandes (3-0).

 

No tuvo que esforzarse el Mallorca para encontrar la ventanilla adecuada. Los dos equipos se quitaban todavía las legañas y el once isleño rebañaba una falta en las cercanías del área. Julio Àlvarez, convertido en el nuevo especialista a balón parado del grupo, trasladó el balón al área pequeña y metió a la defensa visitante en un laberinto. Àlvaro Rubio se hizo un lío al despejar y Nunes, que andaba por allí de caza, acribilló con un derechazo a Jacobo para dejar las cosas claras (minuto 3).

 

El gol le sentó como un tiro al Valladolid, que respondió con una serie de movimientos impropios de un equipo de Primera. Su sistema de seguridad se tambaleaba con un simple soplido y todos sus proyectos se disolvían en pleno círculo central, donde el Mallorca campaba a sus anchas. Con Borja y Mario al volante, el conjunto rojillo cosió el fútbol más vistoso de la temporada. Tuni se cebaba con Pedro López, Aduriz enloquecía a Nivaldo, y Víctor, mucho más participativo que en tardes anteriores, le metía piedras en los bolsillos a Baraja. Lo único que se le podía reprochar al equipo a esas alturas era que no administrara una ventaja mayor. El propio Víctor acarició el segundo después de intentar una vaselina que se le fue alta (minuto 26) y Aduriz estuvo a punto de agrandar la brecha al recibir un codazo de Nivaldo en el área (minuto 32). Fernández Borbalán, de incógnito todo el partido, no lo apreció y miró hacia otro lado.

 

José Luis Mendilibar, el único miembro del Valladolid que había dado espectáculo en el primer tiempo (no paró de gesticular desde la zona técnica), le lavó la cara a su equipo en el descanso y probó a jugar con dos puntas a costa de hipotecar la banda derecha. En principio, dio la sensación de que los pucelanos había cogido oxígeno y Borja Fernández avisó con un buen disparo desde el extrarradio del área. Sin embargo, fue fruto de un espejismo. La escuadra vallisoletana seguía descompuesta y cada vez que cruzaba la frontera del centro del campo abría una autopista a su espalda. A los 53 minutos, Víctor Casadesús habilitó a Aduriz y el vasco remató alto. Y justo después, el que perdonaba era el punta de Algaida, que cabeceaba forzado en el segundo palo para completar otro testarazo de Ramis.

 

Justo ahí, Manzano comprobó que el triunfo estaba blindado y empezó a rotar el banquillo. Apuntaló la sala de máquinas con la entrada de Pep Lluís Martí (retiró a Julio Àlvarez) y el Mallorca siguió tejiendo. Por si fuera poco, los baleares generaban un incendio en todas las jugadas a balón parado y la defensa del Valladolid continuaba anegada. El gol se mascaba en todas sus intervenciones. Era cuestión de tiempo.

 

El suspense se deshizo a falta de veinte minutos, después de que Mario robara un balón en el círculo central y la zaga visitante se tendiera una trampa a sí misma lanzando el fuera de juego. El pivote madrileño conectó con Aduriz y éste bajó la persiana al superar sin problemas la salida a la desesperada de Jacobo (minuto 69).

 

El Valladolid dio el último coletazo tras recibir la segunda banderilla (la defensa isleña abortó un remate de Marquitos), pero el Mallorca no estaba dispuesto a que se le estropeara la fiesta y se multiplicó con otro contragolpe de libro, ejecutado esta vez por Víctor y Borja (min.71).

 

Con todo resuelto, el epílogo quedó reducido a cenizas. Manzano premió a Tuni y Aduriz con la ovación de la grada y el plantel despidió otra jornada abrazado.