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Gregorio Manzano ya tiene sobre la mesa la información necesaria para construir un nuevo once tipo. Su equipo, que en apenas cuatro días ha cambiado radicalmente de imagen, descendió a la tierra en Sevilla y aunque lo hizo empujado por uno de los conjuntos con más pedigrí de la Liga, volvió a mostrar demasiadas lagunas. Los lunares que habían ocultado los goles de las primeras jornadas se acentuaron sobre el césped del Sánchez Pizjuán, donde los bermellones vivieron angustiados de principio a fin. Sin embargo, entre la lista de problemas que redactó el grupo en la capital hispalense el más preocupante salpica directamente a la dirección del juego. La ausencia de Borja Valero anula la proyección de los baleares del centro del campo hacia adelante y el juego colectivo se desploma al instante. El mediapunta madrileño, determinante en el empate de El Madrigal (1-1) y en la goleada sobre el Tenerife (4-0), es el líder natural del equipo y da la sensación de que en el vestuario no cuenta con ningún otro relevo natural. Si Manzano quiere evitar que el equipo se descomponga ante las bajas del de Hortaleza, le conviene buscar soluciones. ¿Sufre el Mallorca Valerodependencia? Es demasiado pronto para saberlo, pero hasta el momento los números así lo indican. En la primera jornada de competición, cuando Borja aún estaba al servicio del West Bromwich y su llegada al club parecía imposible, los bermellones sufrieron muchísimo para tumbar a un Xerez descarado y hambriento. Manzano alineó en el centro del campo a dos futbolistas de un corte similar (Mario Suárez y Pep Lluís Martí) y la progresión en el juego era mínima. Afortunadamente, la sociedad Tuni-Aduriz levantó el partido justo a tiempo y el Mallorca abrió la Liga con un triunfo balsámico. En la segunda jornada, en Villarreal, el lamentable estado del terreno de juego acabó con el encuentro y aún así, Borja rescató un punto gracias a un lanzamiento de falta. Contra el Tenerife, en cambio, dirigió la goleada y participó en todas las jugadas de peligro.

Hasta que Borja se incrustó en el proyecto, el entrenador mallorquinista sólo contaba con tres pivotes: Bruno China, Pep Lluís Martí y Mario Suárez. Los tres son futbolistas muy válidos para el equipo. El portugués, pese a su error en Sevilla, demostró su criterio ante el potente centro del campo que alineó Jiménez; Martí transmite serenidad y experiencia y Mario, además de ser uno de los jugadores con más futuro del plantel, alarga el recorrido del juego y se incorpora muy bien desde la segunda línea. Sin embargo, ninguno de ellos parece capaz de cubrir el hueco que la temporada pasada llenaba Jurado y ahora, el propio Valero a la hora de asumir la responsabilidad de dar el último pase y establecer una conexión digna entra la zona ancha y los arietes. Se comprobó ante el Xerez (Martí-Mario) y el martes contra el Sevilla (Martí-China). El equipo sufre, se muestra excesivamente plano y sus posesiones resultan efímeras. Y ante eso, los rivales obtienen demasiada ventaja.

Del póquer de atacantes que tiene a sus órdenes Manzano, sólo Aduriz ha ofrecido hasta el momento los réditos esperados. El punta donostiarra (máximo goleador en estas cuatro jornadas con dos goles a sus espaldas), en cambio, no obtiene siempre el premio el esfuerzo y en ocasiones, como se vio en Sevilla, expresa su desesperación sobre el mismo terreno de juego. Además, al técnico le está costando muchísimo encontrarle un complemento de garantías. Víctor Casadesús ya ha tenido dos oportunidades (contra el Xerez y el Tenerife, ambas en casa) y no ha aprovechado ninguna. Webó, pese al gol de penalti que firmó en la tercera jornada, está a un nivel muy bajo desde la temporada anterior y pasó desapercibido en el Pizjuán. Y Keita es un atacante imprevisible. Su mejor arma es la velocidad y puede ser útil en los segundos tiempos. En cualquier caso, no termina de cuajar. Peca a menudo de individualista y su regularidad, hasta la fecha, se encuentra bajo sospecha.

Otro de los males que obstruyeron la revolución de Manzano en Nervión fue la ausencia de verticalidad por las alas. Tuni, que había firmado muy buenas actuaciones en los tres primeros capítulos del campeonato, le cedió su sitio a Gonzalo Castro, aunque éste nunca llegó a aparecer. El Chori explotó el curso anterior ejerciendo como revulsivo en los minutos finales, pero su fútbol se reduce cuando aparece entre los titulares. Y en el caso de Varela, lleva mucho tiempo reclamando la suplencia. La temporada pasada no hubo noticias suyas y este año su situación se ha agravado. Julio Àlvarez, que actuó en su puesto contra el Tenerife, dio la impresión de estar mucho más comprometido. De momento, el jugador de origen venezolano está muy por delante del sevillano y podría quitarle el sitio.

Hasta el partido de Sevilla, la defensa del Mallorca había sido uno de sus grandes puntos de apoyo. Tanto Nunes como Iván Ramis (Rubén es el único central en la recámara) han respondido a las exigencias del equipo y sólo las bandas han flaqueado en los momentos de apuro. Ayoze va a más a medida que acumula partidos, pero cuando él no está, como pasó en Sevilla, el equipo se resiente, ya que Corrales flaquea demasiado a menudo. Y por la derecha, más de lo mismo. Josemi, pese a la mejoría que ha experimentado esta temporada, está todavía lejos de lo que se espera de él y no tiene a nadie detrás. El brasileño Mattioni aún no ha alcanzado el estado de forma correcto y ni siquiera ha accedido a una sola convocatoria. Afortunadamente, la portería parece bien protegida con Dudu Aouate, aunque Germán Lux también tendrá que demostrar que está preparado para ponerse bajo el larguero.