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Roberto Morales|BAKÚ
David Villa firmó su segundo hat-trick con la roja para convertirse en el tercer goleador de la historia de la selección y alegrar el camino hacia la Copa de las Confederaciones, en la goleada a la débil Azerbaiyán, en la que Vicente Del Bosque repartió minutos y que dejó el susto de Cesc Fábregas.

Desde Telmo Zarra y Alfredo Di Stéfano ningún goleador ha pasado por la selección absoluta con la eficacia de Villa. El delantero asturiano, alejado de las negociaciones que cada hora le acercan más al Real Madrid, sentenció con pegada letal un amistoso en Bakú que sirvió a la Federación española para ingresar un buen pellizco económico y al seleccionador para inyectar dosis de paciencia en sus jugadores ante equipos defensivos de menor calidad.

Los goles de Villa en los minutos en los que España recuperó su identidad sentenció un encuentro con una diferencia abismal de calidad entre dos selecciones en polos opuestos. Fue un día de fiesta en Bakú. Un partido histórico ante la campeona de la Eurocopa, que presenciaron 20.000 espectadores de la zona noble de la ciudad. En las puertas del estadio se quedó la imagen pobre. Los niños que malviven en un lugar en el mundo donde no hay término medio.

Impulsado por su público, Azerbaiyán ocultó sus carencias técnicas a base de coraje. En su fútbol no hay tiempo para pensar en la elaboración de juego. Cada ataque, ovacionado por su afición desde que superaba el centro del campo, no mostraba más de tres toques antes de intentar llegar hasta Iker Casillas.

Falta ritmo a Cesc y Santi Cazorla. Es la preocupación de Del Bosque junto al cansancio que acumulan varios jugadores claves. Por eso en el once titular figuraban seis indiscutibles. Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Xavi y Silva, los que completan la alineación tipo para la Confederaciones, recibieron descanso.

El único momento en el que el miedo pasó por el cuerpo de todos fue cuando Cesc cayó derribado por dos rivales dentro del área y en la caída se hizo una brecha en la cabeza que llenó su rostro de sangre. Ante los gestos de sus compañeros, el banquillo y la grada pensó que podía haberse dañado el tabique nasal. Todos respiraron cuando comprobaron que se quedó en un susto.