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El Real Madrid no pierde adeptos en Mallorca. Aunque los resultados del conjunto blanco están muy por debajo de sus expectativas, la afición merengue que reside en la Isla parece más ilusionada que nunca. Ayer, aprovechando la llegada a Ciutat del equipo que dirige Juande Ramos, más de trescientos seguidores acudieron a recibirles al aeropuerto y extendieron la locura por una de las alas de la terminal después de burlar el cordón de seguridad que había establecido la policía.

Los cuarenta y cinco minutos de retraso con los que se presentaron los madridistas no redujeron lo más mínimo la expectación. El vuelo especial MDP2016 en el que viajaba la expedición salió de la capital más tarde de lo previsto debido a la densidad aérea que se registraba en Barajas, lo que elevó aún más la tensión entre la parroquia blanca.

Hubo que esperar hasta casi las cinco de la tarde para que algún miembro de la plantilla asomara la cabeza. El primero en cruzar la puerta de llegadas fue el portugués Pepe, que inauguró el griterío. Tras él, fueron desfilando Drenthe, Dudek, Cannavaro o el canterano Miguel Palanca. Hasta ahí, todo normal. Sin embargo, todo cambió un par de segundos más tarde. La irrupción de Robben desató el éxtasis, hasta el punto de que el holandés acabó engullido por una nube de cámaras digitales y teléfonos móviles. Junto a él se encontraban Rául e Iker Casillas, que estaban obligados a parar tras cada paso que daban para atender a los aficionados que se amontonaban a su alrededor. Higuaín, que cerraba la comitiva por delante de Ramón Calderón y Pedja Mijatovic, también tenía serios problemas para avanzar entre la marea y subirse a un autocar totalmente envuelto por banderas y bufandas.