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No lo afirma, pero ya es una realidad. La histórica victoria de Jorge Lorenzo en Estoril le convierte -aunque él y su equipo no quieran asumirlo- en aspirante al título mundial de MotoGP. El 'rookie' ya es un grande. Tres podios en tres carreras, con una progresión evidente, evidencian que Yamaha apostó fuerte y lo hizo bien. Y que en la guerra de los neumáticos, el 48 está en el lado ganador del box de un equipo que prepara el relevo generacional. Jorge gana (tras ser tercero en Qatar y segundo en Jerez), lidera el Campeonato y se permite la licencia de devolverle la moneda a Pedrosa. El balear marcó el ritmo, volvió a sobreponerse a una salida poco brillante, y se marcó una de las 'pasadas' de la temporada. Fue en las curvas 9 y 10, la Chicane más lenta del Mundial. A Rossi le cambió la cara, seguro, porque desde ese momento, no hubo quien pudiera con el bicampeón. Seguro de sí mismo, soportando el extremo dolor de sus brazos, pero lanzado hacia su primera victoria, Jorge certificó que, técnicamente, sólo tiene dos rivales a día de hoy. Los mismos que protagonizan la criba que MotoGP ha experimentado en apenas un mes. El Mundial parece cosa de tres. Con el permiso de un Stoner desquiciado, según él, por la cámara on board. Esta victoria permite al motociclismo balear vivir un día irrepetible. Y a Jorge seguir sumando. Ahora, el último reto es el de seguir los pasos de su querido Kenny Roberts (1978) y del lejano precedente formado por Umberto Masetti (1950). Ellos fueron campeones de la categoría reina en el año de su debut. Ahora, Lorenzo recoge el guante, pero todavía quedan quince carreras, o lo que es lo mismo, 375 puntos en juego.