El jugador del Almería Carlos García ayuda a Jonás Gutiérrez a incorporarse durante una acción del encuentro de ayer. Foto: MONSERRAT

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En funciones como la de ayer, sumar un punto debería estar prohibido. A los problemas habituales del Mallorca para establecer diálogos con el balón, sobre todo si Ibagaza se toma el día libre, se sumó una desgana, una falta de actitud incomprensible en un grupo de profesionales. Este nuevo ejercicio de impotencia futbolística empujó al conjunto de Manzano a sellar un lánguido empate sin goles ante un Almería ordenado, simplemente ordenado, que disfrutó de las ocasiones más claras.

La tarde, que había amanecido cargada de esperanza por la posibilidad de dar un salto de calidad en la clasificación, se fue torciendo hasta desembocar en la primera bronca de la temporada (0-0). La cita fue un fraude al espectador: entregas al contrario, ni una triangulación, ni un brote de rabia. Ni una carrera para intentar recuperar la posición...Nada de nada. Una calamidad.

El mejor planteamiento del Almería descolocó a un Mallorca que simplemente se dejó llevar.

El equipo de Emery mostró más hechuras como bloque, como colectivo, pero dejó entrever sus defectos individuales. Corona y Negredo arrojaron a la basura del encuentro las dos ocasiones más claras. Al contrario del epílogo, el arranque resultó eléctrico con un primer cuarto de hora regado de ocasiones. Sobre todo del bando visitante. Y es que el Almería invirtió apenas un minuto y medio en desnudar las carencias de la zaga indígena.