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Apelando al músculo, el Mallorca atrapó un punto en Villarreal que le mantiene alejado de las cavernas. En un duelo atascado, con más precauciones que fútbol, el colegiado se encargó de echarle pimienta a la tarde. Rodríguez Santiago se inventó dos penaltis en el primer acto, uno para cada equipo, que deja las cosas como estaban. (1-1).

Manzano sorprendió con su pizarra. Le dio la alternativa a Scaloni en el lateral derecho, situó a Tuni en la banda izquierda por delante de Héctor y sentó a su lado a Nunes y Ariel Ibagaza para improvisar un eje central con Ramis y Ballesteros....El de Bailén dibujó un muro de contención en las narices de la zaga, con Borja y Basinas, con la intención de taponar la circulación de balón local. El Caño parecía no tener sitio en una tarde dedicada al plomo.

A pesar de cambiar el molde, el Mallorca asustó primero con una ocasión mayúscula. Arango recurrió a su mira telescópica y telegrafió un pase al corazón del área que se comió Gonzalo. El regalo le cayó a Güiza, que se encontró con el angel de la guarda que acompaña a Diego López en las últimas semanas y echó por la borda la primera de la tarde. Sin tiempo para que Pellegrini asomara la cabeza, el equipo isleño volvió a volcar su destino en las botas del jerezano. El 14 rojillo controló en terreno enemigo, quebró a un defensa y sacó a paseo su diestra. El balón murió en la publicidad.

Después de esos dos primeros apuntes visitantes, el Villarreal tomó el mando. Apoyado en la movilidad de su pareja Nihat-Rossi y en las internadas de Cazorla, que encontró un aliado en el desplazado Héctor, un chollo para cualquiera el grupo amarillo comenzó a merodear el área de Moyà. Cinco minutos de coción a fuego lento fueron suficientes para que el equipo de Pellegrini abriera la lata. Eso sí, con la complicidad del colegiado. Rodríguez Santiago se inventó el penalti que precedió al primer gol. Claro que, diez minutos después, compensó con otra pena máxima inapreciable para el resto de los mortales.

Antes de que el árbitro alzara la voz, el partido fue de los futbolistas. Sobre todo de Moyà. El portero mallorquín está en estado de gracia. Quizás si hubiera jugado ante el Getafe, el Mallorca estaría en las semifinales de la Copa. En El Madrigal demostró que su actuación en Chamartín no fue flor de un día. Hizo dos paradas de balonmano ante Capdevila, un minuto antes del 1-0, y Nihat, en la frontera del descanso. Enorme.

El primer penalti llegó por una inocencia de Héctor y una picardía de Cazorla. El ayer lateral izquierdo metió la pierna entre el extremo, que se iba a la esquina, y el balón y Rodríguez Santiago mordió el anzuelo. Rossi disparó a la izquierda de Moyà, que se pasó de frenada (min. 27). El gol despertó al Mallorca, que dialogó más con el balón. Borja y Basinas tocaron con calma, Scaloni y Jonás se asociaron en la derecha y Tuni lo intentaba por la izquierda. Un disparo de éste precedió al córner que originó el empate. Gonzalo y Ballesteros saltaron por el balón al primer palo y el árbitro pitó el penalti de la compensación. Basinas, con frialdad, selló el 1-1 y su primer gol vestido de rojo (min. 38). Moyà apagó todos los incendios hasta el descanso.

La película no se movió de imagen en el inicio del segundo acto. De nuevo Nihat y Moyà acapararon todas las fotografías. El turco con su pie y el mallorquín con sus manos. El Villarreal tuvo el balón, pero el Mallorca disfrutó de sus mejores ocasiones de ese tramo. Sobre todo tras la entrada de Ibagaza a la hora de partido. Antes, Tuni había disfrutado de una gran oportunidad después de una rosca notable de Arango, que hizo daño volcado a la derecha. La más clara, sin embargo, llegó por medio de Dani Güiza, que se encontró de nuevo a Diego López en su búsqueda del gol.

En defensa, el Mallorca temblaba en cada falta lateral. En una de ellas, el delantero mexicano Guille Franco, sustituto de un inédito Rossi, se encontró solo ante Miquel Àngel Moyà y cabeceó fuera.

El partido se rompió en mil pedazos y las contras se sucedieron. Al final, el Mallorca achicó agua como pudo y festejó un empate endulzado por el estreno en Primera División de Emilio Nsue, que disputó los cuatro últimos minutos.