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Miquel Alzamora Pocas veces un empate lejos de Palma sabe a tan poco como el que consiguió ayer el Mallorca frente al Levante. Y sabe a poco porque se perdió en el último suspiro, ante un equipo desmenbrado y de Segunda y que, pese a todo, aprovechó otro error arbitral más para sacar partido del mismo. Falló el árbitro, es cierto, pero no lo es menos que erró también el equipo en la concentración a la hora de defender una de las últimas jugadas del partido.

El grupo de Manzano está estancado entre una nube de equipos que hacen de la mitad de tabla una zona excesivamente poblada. Lo mejor es que está a tiempo de salir de ahí. Lo peor es el tiempo desaprovechado para personalizar el corte que delimita la zona alta con la parte caliente.

A excepción del Racing, que es quien realmente delimita el ser o no ser en Primera, a partir de la sexta posición nadie puede estar tranquilo. Estar a un punto del descenso no es hoy por hoy un drama, pero sí es imprescindible poner coto a una situación delicada. El Mallorca no gana en la Liga desde el pasado 24 de noviembre cuando hizo tal vez lo más difícil, sumar tres puntos en el campo de Nervión.

A partir de ahí ha ido intercalando derrotas y empates, ralentizando en exceso la velocidad de crucero que había logrado trazar. No se gana por un motivo fundamental, la falta de concentración y las impertinentes lagunas defensivas que por una razón u otra se saldan con goles en contra. El árbitro también influyó ayer. Se 'olvidó' de pitar una falta sobre Trejo en la acción anterior al segundo gol del Levante. Pero ese mal endémico es imposible de erradicar, hay que convivir con ello guste o no. Eso no tiene solución. Pero sí debería tenerla el trabajar los mecanismos que permitan al equipo no perder por cometer tantos errores propios.