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Fernando Fernández El Aqua Mágica hizo lo que no debía. Además de perder, repitió los errores que le condenaron frente al Melilla. Idéntico y gélido escenario (Palma Arena) y carencias calcadas. La falta de intensidad defensiva, la precipitación y el abuso del balón en momentos decisivos y la falta de una rotación interior solvente (Roe sigue lesionado) se unieron a un rival, l'Hospitalet, que le tiene tomada la medida a los de Ciutat (70-84). Un balance de 3-7 vuelve a poner contra las cuerdas a la figura de Diego Tobalina en el banquillo y sirve para cerrar la semana más difícil de un equipo cuya continuidad, y en qué condiciones se produciría, sigue pendiente de los despachos, y que definitivamente ha perdido el norte.

Poco quedó en los dos últimos cuartos del Aqua Mágica que salió ileso de Inca y estuvo a punto de dar la campanada en Lugo. Endeble en defensa, demasiado generoso con Jordi Llorens bajo los tableros y de los cinco a los seis metros con Taylor, el grupo de Tobalina redactó un guión de partido clavado al de su última aparición en el Arena. Y el desenlace no podía ser diferente.

Los primeros minutos invitaban a soñar. La victoria era una necesidad extrema para los mallorquines, que se mostraron acertados en defensa y rápidos corriendo al contragolpe. Jackson fue la referencia, pero los triples de Alberto Corbacho y las trabajadas acciones de Llorens impedían despegarse. Tanto, que el mallorquín puso de nuevo por delante a los catalanes, que recibieron doble réplica desde más allá de 6'25 de la mano de Puyada y de Jackson, que cerró el primer cuarto con un triple estratosférico (27-23).

La zona fue la solución defensiva aplicada por el Palma para seguir creciendo en el partido. Eran los mejores momentos para los celestes, pero Llorens seguía forrándose a costa de los interiores baleares.

Una máxima de nueve (35-26) marcó el punto de inflexión. Desde ese momento, el Aqua Mágica dejó de ser el equipo que ilusionaba al cerca de un millar de aficionados que acudieron a una cita vital. Balmón decidía cambiar de papel y buscar triples que no entraban (1 de 5).

Por entonces, los árbitros empezaban a hacer de las suyas y a descentrar un poco más a un Palma que camina sobre un alambre. No pintaban bien las cosas con medio encuentro por delante y l'Hospitalet consciente de que había golpeado en la línea de flotación de un equipo frágil mentalmente y que inició su desplome en el tercer cuarto.

Era la hora de un Taylor que se destapaba y encestaba desde todos los rincones del parqué del Palma Arena. En pleno desbarajuste defensivo, el Aqua Mágica sólo encontraba capacidad de respuesta en Guillermo Rejón, a quien casi siempre ganaba la partida un Jordi Llorens que firmaba su mejor partido en mucho tiempo. El que fuera capitán del ViveMenorca anotaba, reboteaba y se adueñaba de todos los balones que rondaban por el aro celeste.

L'Hospitalet no iba a dejar pasar la oportunidad de distanciar un poco más a un rival cada vez más directo. Igual que frente al Melilla, la apatía se adueño de los de Tobalina, que eran incapaces de detener la hemorragia (53-61).

Poco iban a cambiar las cosas en el tiempo que restaba. Sólo quedaba apelar a la épica para invertir un destino que iba a jugar una mala pasada a los palmesanos, que por fases parecieron arrojar la toalla. Nadie contaba con Llorca, que se unió al funeral por un Aqua Mágica que vagaba por la pista y mostraba una seria inconsistencia.

Apareció también en pista Ibaka (un futurible para la NBA que sólo dio señales de vida cuando todo estaba decidido). El que faltaba, porque los de Tobalina necesitaron más de siete minutos para anotar una canasta en juego. El bloqueo era total y Rejón se echó el equipo a las espaldas. La victoria era una utopía, pero el basketaverage se podía salvar.

Ni tan solo eso. L'Hospitalet se marchaba del Palma Arena con 14 puntos de renta, dejando un enorme rastro de sangre y provocando las primeras muestras de descontento por parte de un sector de la afición, que despidió con pitos y abucheos a sus jugadores, en cuyos rostros se podía leer a la perfección la decepción por una séptima derrota que vuelve de poner en el disparadero a un Diego Tobalina cuya continuidad está más que nunca en el aire, y evidencia las carencias de un equipo cuya próxima escala (Lleida) puede variar el rumbo de una primera vuelta en la que la zona de descenso empieza a plantearse como un peligro más que palpable. Puede que Lou Roe llegue a cambiar algo, pero podría ser tarde.