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El sueño europeo reside entre las paredes del ONO Estadi. Aunque el objetivo del Mallorca es superar los números de la temporada pasada y ahorrarse el sufrimiento de antaño, el caramelo continental continúa ante sus ojos. El buen inicio de temporada y las amplias perspectivas del grupo podrían hacer posible la utopía, pero para ello se le va a exigir un requisito indispensable: cerrar a cal y canto las puertas de Son Moix y evitar la fuga de puntos. De momento, el ejército de Manzano ya ha resuelto con buena nota tres de los cuatro compromisos que ha jugado hasta ahora como local y de no haber sido por el patinazo sufrido el pasado 16 de septiembre frente el Villarreal (0-1), sería el mejor conjunto anfitrión del campeonato.

El ejemplo de la campaña pasada es el mejor estímulo del que se alimenta el vestuario rojillo. Justo después de doblar la esquina del torneo y sumergirse en la segunda vuelta, el Mallorca convirtió su centro de operaciones en un punto infranqueable y conectó siete victorias consecutivas (Recreativo, Zaragoza, Levante, Betis, Getafe, Gimnàstic y Osasuna) que le permitieron aferrarse a la permanencia mucho antes de que la Liga echara el cierre. Y ése es ahora el camino a seguir. Pese a las dificultades que acarrearon los dos últimos equipos que desfilaron por Son Moix (Valladolid y Getafe), el cuadro balear acabó imponiendo sus argumentos y llenando sus pulmones de oxígeno. Para acercarse a esas cifras de la temporada anterior habrá que superar dos exámenes de altura. El primero, hoy ante un Espanyol que en sus dos últimos desplazamientos conquistó el Sánchez Pizjuán y Mestalla, y el segundo, el próximo fin de semana (en principio, el sábado 3 de noviembre a las 20:00 horas) ante un Valencia con rango de Champions que necesita regenerar el crédito perdido a base de buenos resultados. Estos partidos, unidos a las espinosas salidas que se avecinan (en menos de un menos se desplazará a los campos de Deportivo, Sevilla y Madrid), marcarán su futuro inmediato.