El seleccionador nacional de baloncesto, Pepu Hernández, da instrucciones a Pau Gasol durante el encuentro disputado ante Israel en el Telefónica Arena de Madrid.

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Israel le puso emoción durante algunos minutos, pero la lección sufrida ante Croacia, el único equipo capaz de tumbar (con polémica incluida) a los «Golden Boys», volvió a hurgar en el orgullo de la selección, que echó mano de su potente rotación para que la lógica se impusiera en el cierre de una segunda fase que España cierra invicta, lanzada hacia las medallas y recuperando las sensaciones previas a la despedida de Sevilla. Este equipo tiene buena pinta, emite idéntivas vibraciones que en Saitama y descansa pensando en el temido, el siempre peligroso cruce de cuartos. Delante tendrá a Alemania o Italia. Más vale que sean Nowitzki y compañía los que se interpongan en el camino de Pepu y compañía. Los germanos agotaron un ciclo tras ser humillados por Eslovenia y no parecen tener la capacidad de reacción transalpina, aferrados a su perenne espíritu de supervivencia. El Eurobasket vuelve a empezar y cualquier error te puede enviar a la calle. Lo de Croacia ha hecho rebajar la euforia y eso lo ha agradecido España, que cuando pisa el acelerador tiene pocos rivales. En otra guerra, pero con idéntico fin, Grecia prolonga su defensa y cierra el paso a una Portugal que reclama protagonismo a escala continental. Y mientras, Rusia ya sabe que Francia le separa del cajón. La otra guerra, la de las plazas olímpicas, también se ha abierto. Más de uno cambiaría el pasaporte a Pekín por una medalla. España, por si las moscas, es la única que ha sellado el visado para los Juegos. Esa presión no la tiene. Es la ventaja de ser campeona del mundo.