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El esfuerzo de la puntuación fue titánico, pero aún le quedaban fuerzas a Joan Llaneras para exhibir todo el potencial que ha ido acumulando a lo largo de los últimos meses. Semanas de preparación en altura en Canarias o México, competiciones al otro lado del Atlántico y una Challenge en la que evidenció que el breve parón motivado por el fallecimiento de Isaac Gálvez no había mermado su impecable forma. El oro en la puntuación era la primera y más brillante parte de su particular homenaje. Pero todavía le restaba una segunda parte en la prueba en la que defendía la corona que hace apenas un año había recuperado junto al velocista catalán. Un paisano suyo, Carles Torrent, era el encargado de recoger el testigo y callar las dudas que había generado la decisión del propio Joan y del técnico de fondo, Didac Navarro.

Las apuestas apuntaban hacia Suiza (Franco Marvulli y Bruno Risi), Holanda (Peter Schep y Danny Stam), Ucrania (Polatayko y Rybin) y Argentina (Curuchet y Pérez). La pareja española pasaba a un segundo plano antes de arrancar las doscientas vueltas (50 kilómetros) que conducían a las preseas, a ese podio que completaría el tributo a Gálvez y a la afición mallorquina, otra vez volcada.

La primera incursión de Llaneras provocaba el delirio en las gradas. En la octava vuelta, llegaba el primer ataque, previo al primer esprint, que nada decidió a la postre. Cuando todos estaban aún tanteándose, Ucrania aceleró el ritmo. Le secundaron Alemania, República Checa y Argentina, que en la vuelta 57 ganaban un giro respecto a los demás y empezaban a clarificar la general provisional. El ritmo empezaba a ser frenético (53,659 km/h de media) y por entonces, Llaneras y Torrent caían al undécimo lugar. Había tiempo para reaccionar, pero la rueda del mallorquín era demasiado preciada.

Joan lo intentaba de nuevo, con Australia de aliado. A la fiesta se unían los suizos Franco Marvulli y Bruno Risi, dos clásicos con sed de triunfos. El cuarto paso puntuable era suyo, por delante de Dinamarca, Holanda y Bélgica. Curuchet y Pérez (Argentina) decidieron animar un poco más la americana y asumieron el mando de un grupo en el que Llaneras y Torrent encontraron acomodo. Con ellos, daneses, holandeses (peligroso Schep), belgas y unos helvéticos crecidos, alcanzaban la cola del grupo. Ucrania y Argentina ya tenían dos vueltas ganadas y España se quedaba una por detrás.

Acto seguido, y sin descanso, los checos Kankovsky y Lazar tomaban la iniciativa. Jugaban con relativa ventaja y lo querían aprovechar al filo del ecuador de la prueba.