Luis observa a sus jugadores, ayer en las instalaciones de Son Bibiloni, adonde los aficionados acudieron en masa. Foto: PERE BOTA

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Su juego no enamora, pero el espíritu de la roja engancha. En una velada propicia para el sofá y la manta, con el cielo teñido de nubarrones y unos gélidos diez grados recorriendo el ambiente, varios centenares de mallorquines optaron por coger su vehículo, su cámara o móvil de última generación e inmortalizar la presencia de los internacionales. El entrenamiento vespertino realizado ayer por la selección nacional en la Ciudad Deportiva Antonio Asensio desató una pasión inesperada.

Al menos unos 400 aficionados acudieron a Son Bibiloni para presenciar en directo la sesión realizada por el grupo de Luis. La avalancha de seguidores provocó el primer caos de la tarde. La organización, que corría a cargo de la Real Federación Española de Fútbol, cortó el carril principal de la Ciudad Deportiva, una decisión que convirtió los accesos a Son Bibiloni en un embudo.

Afortunadamente, al filo de las siete y cuarto, cuando los jugadores del Real Mallorca se retiraban a los vestuarios tras realizar una sesión preparatoria, alguien tomó la sabia decisión de retirar las vallas y permitir los accesos. «¡Aleluya!», pensó más de un aficionado, rodeado por vehículos por todas partes. Quince minutos más tarde, a las 19.30 horas, un autocar anunciaba la presencia del combinado nacional.