TW
0

Fernando Fernández
Era una premonición. El pequeño Rodolfo Fernández Farrés (Palma de Mallorca, 1985), más conocido como Rudy, daba sus primeros pasos en una cancha de baloncesto y el balón era su inseparable compañero. Marta, su hermana, su primer ídolo en el deporte que le iba a convertir en campeón del mundo. Quién se lo iba a decir cuando era sobre el césped cuando despuntaba y se permitía ser la pesadilla y el objeto de deseo del Mallorca vistiendo la elástica del Sant Francesc. Se inclinó por la canasta y no falló. Fue en el Sant Josep donde dio sus primeros pasos a nivel oficial. La cantera por excelencia del baloncesto mallorquín daba cobijo al mejor jugador de todos los tiempos. O eso parece, pues con veintiún años ya puede decir que ha disputado un Mundial, unos Juegos Olímpicos y un Europeo. Es el español más joven en hacerlo.

Por entonces, el Joventut ya le había «blindado». Era uno de los jugadores con mayor proyección y ya se empezaba a hablar de NBA para un escolta-alero que ofrecía un baloncesto espectacular y unas condiciones físicas únicas. Al igual que sus fundamentos, pulidos a buen seguro en los cara a cara con Marta en el balcón de su domicilio palmesano y por las lecciones de un padre que supo lo que era codearse con los mejores del país. Con 13 años, cinco equipos ACB le tenían en su agenda, pero la Penya le ataba hasta 2008 y acababa con los rumores. Mientras Marta ya era una figura y ganaba títulos con el Ros Casares y medallas con la selección absoluta, Rudy daba el salto del júnior al filial de EBA, pero en la temporada 2002/03 le llegó la hora de sentarse en el banquillo del primer equipo. Al ciurso siguiente, ya era un pilar para la Penya y llegaría la «Rudymanía». En la Copa del Rey de Sevilla llevaría al DKV a la final. La perdieron ante el todopoderoso TAU, pero Rudy volaba ante el Barça con un «alley-hoop» que dio la vuelta al mundo y le permitió ser el MVP más joven de la competición.

Progresó en la entidad colegial, pero llegó el momento de dar el salto a la Península. Las circunstancias familiares le obligaron a cambiar de entorno, pero en Mallorca sigue conservando Rudy a su núcleo duro de amigos. Y su familia el oasis de Portocolom, enclave elegido para sus vacaciones y las de su familia. El Joventut era la siguiente parada. El hecho de que su padre hubiera jugado allí, el prestigio de la cantera verdinegra y las ganas de triunfar de Rudy le llevaron hasta el infantil de la Penya. Fue creciendo, hasta llegar a la selección cadete, con la que fue elegido MVP del Europeo en 2001, a la par que su hermana se destapaba con las júniors.