Paco Soler, Julián Robles, Roberto Losada, Álvaro Novo y Gustavo Siviero.

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El Mallorca quiere dar el último paso, el definitivo. El equipo de Llompart llega al partido ante el Real Valladolid sin margen para el error y con la perentoria necesidad de conseguir un triunfo que certifique la permanencia. Todo lo que no sea sumar, dejaría su futuro en manos, de las matemáticas, de Las Palmas o de Tenerife (Son Moix, 21.00 horas, PPV).

El punto sumado en Chamartín le ha dado una nueva dimensión a la trayectoria balear. Es tan simple como pasar de depender del resto de rivales, a confiar la salvación a sus propias fuerzas. En eso, el Mallorca parte con ventaja, pero en nada más. Tomeu Llompart sabe que la categoría está en juego y por eso ha subrayado en las horas previas las palabras «humildad, trabajo y unión». Sólo con esos valores es posible seguir una temporada más en Primera. Los rojillos, malheridos antes de visitar al Madrid en Concha Espina, parecen ahora rehabilitados, lejos de todo riesgo.

Pero los baleares no se han manejado bien este año bajo presión, ni en la Liga ni en Europa, y por eso el vestuario ha incidido en la importancia que tendrá la grada. Son Moix estará lleno (ayer todavía había mucha gente en las taquillas) y todo resultará más sencillo. Además, el técnico de Inca cuenta con toda la plantilla "salvo Javier Olaizola, castigado por sanción tras ser expulsado ante el Real Madrid" y ayer ya insinuó que jugará el mismo bloque que actuó en el Santiago Bernabéu. Es decir, con Paunovic e Ibagaza por los flancos y Etoo mucho más cerca de Luque en el ataque. Cuatro en defensa con la única novedad de Alejandro Campano en el lateral derecho. El preparador mallorquinista vuelve a montar un equipo sin excesos y confía el triunfo al esquema que más alegrías le ha dado en las últimas fechas.

Con todo, el Mallorca tendrá delante a un equipo cargado de talento y que llega sin la presión de los puntos, algo que supone todo un alivio. Nadie olvida la rabona de Tote en el encuentro de ida, y a nadie le escapa la calidad de Fernando. Los pucelanos son uno de esos conjuntos de balompié atrevido y directo, capaz de lo mejor y de lo peor. El hecho de que en su plantilla militen tantos jugadores cedidos lo convierte en algo así como en un filial, es decir, un equipo totalmente imprevisible.

El Mallorca jugará en Son Moix, pero también lo hará en Anoeta y el Heliadoro Rodríguez. Porque incluso perdiendo o empatando el grupo mallorquín puede lograr la permanencia, todo en función de una combinación múltiple de resultados. Los dos equipos canarios necesitan el triunfo y un error del conjunto mallorquín; a Las Palmas le basta incluso con un empate si los rojillos no puntúan en casa.

A estas alturas de temporada, todo parece que no ha tenido validez, porque las dos últimas jornadas se van a encargar de volcar el futuro mallorquín hacia uno u otro costado. Sólo el golaverage va a tener vigencia, porque en caso de empate a puntos ante uno de los dos rivales directos en la lucha por la salvación los bermellones deberán mirar a sus enfrentamientos en la fase regular; ante Las Palmas el conjunto rojillo caería directamente al infierno, porque cayó en Palma y en tierras canarias. Sin embargo, frente al conjunto de Javier Clemente el Real Mallorca lo tiene ganado; ganó con comodidad en Son Moix y posteriormente empató en su visita a Tenerife.