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El 30 de junio del curso 58-59 el Mallorca firmaba su despegue. El presidente Jaume Rosselló daba carpetazo a la historia y entregaba la bara de mando a Juan Carlos Lorenzo, un argentino que se había recorridos todos los campos de su país y de media Europa y que llegaba procedente del Rayo. El club mallorquinista volvía a medirse con equipos de Tercera, pero la rúbrica de Lorenzo marcaba un punto de inflexión.

El Mallorca de Juan Carlos Lorenzo logró el ascenso a Segunda pulverizando todos los récords y un año después el Mallorca se instalaba por primera vez en el selecto grupo de Primera División. Lorenzo y el Mallorca hacían historia.

«Juan Carlos Lorenzo fue un entrenador enciclopédico». La definición, de Ricardo Zamora, resume el periplo del argentino al frente del Mallorca. Estudioso como pocos, fue un técnico avanzado a su época. Mantuvo siempre su autoridad en el vestuario pero se rodeó de un buen grupo y fomentó la amistad. Sus bromas con los jugadores eran constantes, y a pesar de eso nadie incumplió el principio de jerarquía.

Lorenzo formó un bloque a su medida para conjugar al primer «gran Mallorca». Se ganó la confianza de Jaume Rosselló y sentó a su lado a Jaume Turró. Trajo a jugadores como Àngel Cobo, Ricardo Zamora, Antonio Oviedo o Àngel Gómez «Bolao», se rodeó de Juan Forteza y compañía e hizo debutar a Julián Mir.

Los futbolistas tuvieron una relación atípica con Juan Carlos Lorenzo. El argentino conjugaba su cargo de entrenador con la de jugador, lo que provocaba una convivencia distinta. Se rompió la relación habitual; Lorenzo no era aquella persona que se sentaba en el banquillo. Él se vestía de corto y tenía que enfrentarse a los once rivales. Siempre fue el primero en trabajar y desarrolló su sentido de la responsabilidad.