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Johan Cruyff dijo hace un buen puñado de años en los locales del Comité de Entrenadores, poco antes de disertar en una conferencia, que no entendía cómo el Mallorca no contrataba a jugadores germanos o ingleses, en alusión a la influencia turística que recibe la Isla. Su reflexión se apoyaba sobre la trascendencia mediática que eso supondría en los dos países con más presencia en la economía balear; era un buen argumento, hasta que llegó Krauss. El técnico alemán ofreció ayer una rueda de prensa para despedirse y en ella evidenció una prepotencia supina que va a deteriorar indirectamente las relaciones entre los mallorquines y los alemanes: «No voy a hablar de ese tema porque yo estoy en otro nivel», espetó Krauss en alusión a su convivencia con los medios informativos.

El preparador alemán (o el Mallorca) convocó a la prensa para despedirse, pero su aparición fue un culto al esperpento, uno de los peores episodios que ha vivido el mallorquinismo en los últimos años. Llegó con prisa y se marchó veloz. Abrió la comparecencia agradeciendo al entorno del club su «apoyo, desde el presidente hasta sus colaboradores» y reconociendo que el despido estaba justificado: «Como siempre, en el fútbol existen buenas y malas rachas y sólo importan los resultados. No han sido buenos y por eso está clara la reacción del club. Conozco el mundo del fútbol y es normal que se cambie de entrenador», agregó el preparador.

Sin embargo, Krauss prosiguió explicando que «no tengo nada que reprocharme porque nuestro gran reto era entrar en la Champions y lo conseguimos». El germano volvió a incidir en el calendario, pero advirtió de que vendrán tiempos mejores: «Ha sido un calendario muy complicado para este equipo, pero ahora, en noviembre, la plantilla tendrá más frescura porque empezará a jugar sólo los domingos. Seguro que vendrán otros resultados». Fue entonces cuando se colgó las gafas y amenazó con marcharse. Tuvo tiempo para significar que su relación con el club «fue buena, pero faltaron los resultados», pero al segundo interrogante decidió marcharse. Y lo hizo de la peor forma posible, sin dar explicaciones.