Los indomables de Camerún y Nigeria se disputan la hegemonía del
fútbol de su continente en su aspecto más puro y artístico, ese
fútbol que Roger Milla, el maestro de este portento que es Samuel
Eto'o, llamaba «el orgullo africano». Y conexión africana hubo ayer
en Son Moix con dos de sus figuras más representativas. Una que
emerge, el camerunés Eto'o, y otro que está en plena madurez
profesional: el nigeriano Finidi George. Entre los dos hicieron un
«siete» a la frágil defensa rayista, cuyos puntales, el «Mami»
Quevedo y Patxi Ferreira están apurando sus últimas -escasas-
fuerzas como profesionales en la élite.
Viendo los zumbidos de Eto'o, la velocidad endiablada del
delantero mallorquinista, tanto Quevedo como Ferreira debían pensar
lo que pensaba Pancho Puskas en su última etapa madridista: que
todo lo que se movía a su alrededor eran escopetas. «Mientras yo
miro el balón, el contrario ya se lo ha llevado», se lamentaba
«Cañoncito Pum» Puskas.
Ayer ocurrió lo mismo con los dos centrales rayistas y la
consecuencia no sería otra que los dos delanteros africanos del
Mallorca entraron como Pedro por su casa en el área madrileña.
Menos mal que faltó acierto rematador porque de lo contrario la
goleada habría sido sonada. Eto'o estuvo en su línea, genial e
imprevisible, pero hay que resaltar la actuación de Finidi, que a
medida que avanza el campeonato alcanza su mejor forma demostrando
que la apuesta de Luis Aragonés ha sido finalmente todo un éxito.
Hoy nadie le discute a Finidi su aportación al equipo, que ha sido
proporcional a su mejora física.
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