Un domingo sin fútbol es el momento ideal para que los amantes del
baloncesto reclamen su lugar. El Palau se volvió a vestir con sus
mejores galas para acoger el «derby» de las necesidades, el de los
papeles cambiados. Y es que en los últimos años, Menoca Bàsquet era
la referencia. Pero, recurriendo al tópico, las estadísticas están
para romperlas.
Esta vez los fastos fueron menos cargados. Una decena de
autocares acercaron Mallorca al Palau, y la cordialidad presidió
las horas previas. Ambas directivas compartían mantel y se deseaban
lo mejor para lo que se ha convertido en la fiesta "televisada" del
baloncesto balear.
Los menorquines se hicieron notar, y en especial en un palco que
no daba a basto, o sino que se lo pregunten a Jaume Estarellas y
Ventura Blach. Los máximos representantes de nuestro baloncesto
veían el partido mezclados entre el público, mientras la consellera
Caro, Joana María Petrus y Joana Barceló, presidenta del Consell
Insular de Menorca, daban un toque femenino a un palco en el que
José Luis Sintes y Sebastià Penya pasaban de forma forzada a un
segundo plano.
Esta vez fue Rafel Gamisens quien recibió un reconocimiento por
su labor en la institución. Con el luminoso a pleno rendimiento,
Lightfoot y Stacey se encargaron de disolver las críticas vertidas
hacia el banquillo inquer. Por cierto, los problemas de Quino Salvo
para encontrar asiento en la sala de prensa ponen una vez más en
evidencia al de siempre. Al final, caras largas, pero satisfacción
por haber disfrutado de un gran partido de baloncesto de élite con
acento balear.
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