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FERNANDO FERNÀNDEZ Un domingo sin fútbol es el momento ideal para que los amantes del baloncesto reclamen su lugar. El Palau se volvió a vestir con sus mejores galas para acoger el «derby» de las necesidades, el de los papeles cambiados. Y es que en los últimos años, Menoca Bàsquet era la referencia. Pero, recurriendo al tópico, las estadísticas están para romperlas.

Esta vez los fastos fueron menos cargados. Una decena de autocares acercaron Mallorca al Palau, y la cordialidad presidió las horas previas. Ambas directivas compartían mantel y se deseaban lo mejor para lo que se ha convertido en la fiesta "televisada" del baloncesto balear.

Los menorquines se hicieron notar, y en especial en un palco que no daba a basto, o sino que se lo pregunten a Jaume Estarellas y Ventura Blach. Los máximos representantes de nuestro baloncesto veían el partido mezclados entre el público, mientras la consellera Caro, Joana María Petrus y Joana Barceló, presidenta del Consell Insular de Menorca, daban un toque femenino a un palco en el que José Luis Sintes y Sebastià Penya pasaban de forma forzada a un segundo plano.

Esta vez fue Rafel Gamisens quien recibió un reconocimiento por su labor en la institución. Con el luminoso a pleno rendimiento, Lightfoot y Stacey se encargaron de disolver las críticas vertidas hacia el banquillo inquer. Por cierto, los problemas de Quino Salvo para encontrar asiento en la sala de prensa ponen una vez más en evidencia al de siempre. Al final, caras largas, pero satisfacción por haber disfrutado de un gran partido de baloncesto de élite con acento balear.