Sólo el paso del tiempo permitirá evaluar en su justa medida la
insolencia del Mallorca en sus careos con los grandes. El grupo
balear se ha acostumbrado a hablar alto y el Real Madrid también
cayó en Son Moix.
El Real Madrid no tuvo excesivos problemas para hacerse con la
posesión del esférico. Iván Helguera y Makelele impusieron sus
credenciales en la zona de las calderas, aunque al Mallorca nunca
le importó demasiado tener el cuero en su poder. Concedió muchos
metros y decidió cerrar espacios. A medida que avanzó el
cronómetro, la circulación blanca fue ganando solvencia, pero a su
fútbol siempre le faltó verticalidad. Luis Figo apenas entró en
juego y anulado ese circuito, el Madrid tuvo que buscar otros
caminos. De hecho, en la única ocasión que el portugués consiguió
servir a Raúl, el balón acabó en el interior de la red, pero López
Nieto se alió esta vez con el Mallorca y anuló el gol al
interpretar que el delantero se encontraba en un fuera de juego
inexistente.
Corría el minuto once de partido y los tratados de intenciones
estaban claros. El Mallorca decidió no darle cuerda al partido,
esperar al Madrid en su propio campo e intentar dar el golpe a la
contra. Bajo esta tesitura se movió el grueso del primer acto,
aunque con una salvedad importante, el cuadro balear apenas se
acercó al área rival.
Resguardado en su zona, el Mallorca encontró oro en una carrera
de Miquel Soler por su banda izquierda. Centró con intención y
Albert Luque remató con la cabeza al fondo de la red. Fue una
jugada a cámara lenta y el error de Iker Casillas, industrial. El
plan balear surtía efecto.
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