Miquel Soler y Ariel Ibagaza celebran el gol conseguido ante el Madrid. Foto: T.M.

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Sólo el paso del tiempo permitirá evaluar en su justa medida la insolencia del Mallorca en sus careos con los grandes. El grupo balear se ha acostumbrado a hablar alto y el Real Madrid también cayó en Son Moix.

El Real Madrid no tuvo excesivos problemas para hacerse con la posesión del esférico. Iván Helguera y Makelele impusieron sus credenciales en la zona de las calderas, aunque al Mallorca nunca le importó demasiado tener el cuero en su poder. Concedió muchos metros y decidió cerrar espacios. A medida que avanzó el cronómetro, la circulación blanca fue ganando solvencia, pero a su fútbol siempre le faltó verticalidad. Luis Figo apenas entró en juego y anulado ese circuito, el Madrid tuvo que buscar otros caminos. De hecho, en la única ocasión que el portugués consiguió servir a Raúl, el balón acabó en el interior de la red, pero López Nieto se alió esta vez con el Mallorca y anuló el gol al interpretar que el delantero se encontraba en un fuera de juego inexistente.

Corría el minuto once de partido y los tratados de intenciones estaban claros. El Mallorca decidió no darle cuerda al partido, esperar al Madrid en su propio campo e intentar dar el golpe a la contra. Bajo esta tesitura se movió el grueso del primer acto, aunque con una salvedad importante, el cuadro balear apenas se acercó al área rival.

Resguardado en su zona, el Mallorca encontró oro en una carrera de Miquel Soler por su banda izquierda. Centró con intención y Albert Luque remató con la cabeza al fondo de la red. Fue una jugada a cámara lenta y el error de Iker Casillas, industrial. El plan balear surtía efecto.