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Este minuto 91 comenzó en el 2, cuando Samuel Eto'o hizo un recorte a un Donato que se dejó media cintura en el envite y metió el cuero por el único rincón donde Eddy Murphy (perdón: Jacques Songo'o) no podía llegar. Dos minutos y el Deportivo comenzaba a remar contra el viento de la Liga, mientras Eto'o se jugaba una tarjeta por su afán de mostrar toda una ristra de nombres de paisanos a quienes dedicaba el tanto. Ninguno se llamaba Tomeu, desde luego.

Javier Irureta había advertido que en el libro del partido sólo había escrito tres palabras: ganar, ganar y ganar. Son Moix se convertía para los coruñeses en un cruce de caminos. Ganar era seguir con las aspiraciones intactas. Perder, casi decir adiós a la ilusión de renovar el título. Conscientes de eso salieron al terreno de juego haciendo aflorar todas sus supersticiones, incluida la conocida de Diego Tristán de salir el último y pisando el césped con la pierna derecha. Bastó una genialidad de Eto'o para que se cayeran los palos del sombrajo coruñés, mientras Djalminha gastaba mas energias en intentar provocar a Fernando Niño que en destapar el tarro de las esencias que todos sabemos lleva dentro.

En realidad Niño y su jefe natural Miguel Àngel Nadal tenían el mando y ordeno en el área, manteniendo a raya a Tristán por tierra y aire. Un Nadal, por cierto, que por su experiencia, sangre fría y contundencia recuerda cada partido que es el auténtico «cacique del área» del fútbol español. Camacho debería tomar buena nota de ello y a lo mejor se evitaría malos tragos como el último de Birmingham. ¿O acaso Miguel Àngel Nadal tiene para el seleccionador nacional, que se supone debe buscar lo mejor, menos categoría que Abelardo o Paco Jémez? Yo más bien pienso, y conmigo muchísimos aficionados de toda España, que Abelardo y Paco están muy lejos todavía del manacorí.