TW
0

Drac Inca tiene mala pinta. Ninguneado cada vez que abandona el Palau, Los Barrios ha debilitado la posición de José Luis Abós. Independientemente de los números y prestaciones que se ha acosumbrado a ofrecer su equipo en los desplazamientos (cuatro derrotas en cuatro partidos), el Inca es ahora un equipo anímicamente hundido y los primeros síntomas de crispación han aflorado. El manual de Abós ha perdido crédito ante un plantel que parece ser víctima de la esquizofrenia y que respira una ansiedad desmesurada.

Los Barrios fue testigo de algunas secuencias que desvelan la situación real que vive el vestuario cuando sólo se han consumido ocho jornadas: discusiones entre jugadores que eran sustituidos y el entenador (entre ellos Stuckey) y demasiados rostros perdidos. Cuando esto ocurre, es obligado mirar al banquillo y Abós no puede quedar al margen.

El entrenador aragonés parece haberse aislado e instalado en una burbuja. El plantel lamenta la falta de diálogo y tacto de su máximo responsable técnico y el divorcio empieza a ser tangible en secuencias como las que se proyectaron en la cancha de Los Barrios. El presidente Sebastià Penya empieza a ser consciente de la situación y uno de sus primeros movimientos, según ha podido saber esta redacción, será entrevistarse personalmente con algunos de los jugadores con más peso específico en el vestuario inquense, entre ellos, Luis Merino y Miguel Àngel Cabral.

Penya sigue teniendo máxima confianza en José Luis Abós, pero la tesitura actual precisa un cambio de actitud y muchos más gramos de complicidad en la relación técnico-jugadores. Nadie entiende cómo jugadores que deslumbraron en la pretemporada ahora son casi una caricatura.