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ENRIQUE ESCANDE - EFE Diego Maradona, uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, cumplirá el lunes próximo 40 años, edad a la que muchos de sus admiradores querían que llegara como jugador y ahora agradecen que viva para celebrarlo y para reanudar este fin de semana su vinculación con el fútbol.

La muerte tocó a su puerta en enero pasado, en la ciudad uruguaya de Punta del Este, y desde entonces «El Diego de la gente», como quiere que lo identifiquen, vive en Cuba sometido a tratamientos médicos para superar una grave crisis cardíaca y una adicción a las drogas con la que carga hace más de una década y media.

Diez meses después de que afrontara el peor momento de su vida y de coqueteara con la parca, el modesto club Almagro, de la Primera División de su país, lo tendrá como director general deportivo, tarea que asumirá hoy y que ejercerá en los primeros tiempos desde la capital cubana, Internet mediante, mientras los médicos le siguen de cerca.

Genial en los campos de juego y transgresor en todos los sitios, protector de los marginales y crítico implacable de los poderosos, Maradona generó en casi medio siglo de vida pública, en la misma medida, alegrías, tristezas, admiración, odio, indignación y morbo. Pero pasados tres años de su retirada, su nombre, sinónimo de lo máximo en el fútbol argentino, sigue siendo coreado por las multitudes en los estadios y cada paso suyo es seguido con atención en el mundo.