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EFE - Sydney
La japonesa Naoko Takahashi se convirtió ayer domingo, en la quinta campeona olímpica de maratón con un tiempo de 2.23:14 y empezó a rendir beneficios a la empresa que la protege como reina de la prueba atlética más querida en el país del sol naciente. La carrera de maratón (42.195 metros) es uno de los deportes nacionales en Japón, y Takahashi es una de sus especialistas más excelsas.

La empresa Sekisui la tiene en nómina, «con un gran sueldo pero liberada de cualquier trabajo que no sea el atletismo», según fuentes niponas. Takahashi respondió ayer a la confianza de sus jefes con una carrera ejemplar, controlada a su antojo desde el principio.

Cumplida la primera hora de carrera, Takahashi y su compatriota Ari Ichihashi decidieron romper el grupo. Las dos se fueron con la rumana Lidia Simón. Por detrás quedaron la mexicana Adriana Fernández y la keniana Esther Wanjiru.

Un parcial de 16:30 entre el km. 20 y el 25 sirvió a Takahashi para castigar las piernas de Simon, una adversaria temible si se llega con ella al último kilómetro. En el 26 desistió Ichihashi y la carrera devino en un duelo rumano-japonés. Por detrás progresaba la keniana Joyce Chepchumba y perdía terreno Fernández.

Takahashi se quitó las gafas y desató en el km. 35 el ataque decisivo que le valió el oro. Simón no tuvo respuesta a la interpelación nipona y pasó momentos de apuro, aunque se recuperó después.

La rumana resucitó a tiempo de llenar de congoja el corazón de los japoneses cuando irrumpió en el estadio sólo 120 metros por detrás de Takahashi y por momentos, durante una larga vuelta a la pista, soñó con cazarla. El recuerdo de la tragedia de Tokio'64 sobrevoló el estadio.