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Olvidado el desencanto de Córdoba, Bàsquet Inca regresa al Palau "19.00 horas" con la intención de mejorar su hoja de servicios y dejarse ver de nuevo en la cumbre de la clasificación. Después de otra semana eterna "nueve días de distancia entre el duelo ante Cajasur y el de esta noche" y marcada por los nombres de Karim Ouattara y Félix Herráiz, el grupo de Olmos recupera protagonismo y apunta alto. El Ciudad de Huelva es su único obstáculo.

Lejos de la opulencia que paseó durante el curso anterior, el club andaluz ha escondido el talonario y ha cosido un plantel que genera pocas expectativas. Juan José Llamas y Miguel Angel Vílchez son los dos únicos supervivientes de una revolución que, entre otras cosas, ha rejuvenecido el plantel y ha originado un cambio de estilo significativo. Bill McCammon, su nuevo entrenador, tiene mucho que ver en el nuevo discurso. Buie y Moore "la apuesta extranjera del Huelva" son dos jugadores interesantes, especialmente a la hora de atacar, aunque el resto de la nómina llama poco la atención.

Al margen de J. Llamas, un hombre que se mueve con solvenica dentro de la pintura, y Jesús Pineda, un pívot con talento pero que necesita madurar, el Huelva ha enrolado en su proyecto a un tipo como Pichi Hidalgo, cuya principal preocupación es siempre firmar una buena estadística. El equipo es secundario. Iván Pérez, un alero formado en Askatuak que Jaume Ventura quiso fichar para el Bàsquet Inca, y Óscar del Pozo, ex jugador del Menorca Bàsquet que durante el curso anterior recaló en el Fórum Valladolid, forman la línea exterior de un Huelva que apuesta por un ataque vertiginoso y que utiliza un manual defensivo muy amplio. De hecho, en muchas secuencias del juego reina la anarquía, pero es su estilo.