TW
0
FERNANDO FERNÀNDEZ Sin tiempo para digerir el traspiés del sábado, Mario Gómez ha puesto a rodar el engranaje con los ojos puestos en el próximo miércoles. Un billete hacia el sumo templo del fútbol continental aguarda a unos hombres encorajados. Sólo el Molde, a priori una víctima fácil, se interpone en el camino de uno de los equipos más respetados dentro de la esfera continental.

Carrera continua y un pequeño partido fue la estrategia diseñada por el de Mar del Plata para que la atmósfera del olvido envolviera en la tarde de ayer Son Bibiloni. Algunos acusaban el cansancio mental que una derrota inmerecida provoca, y más cuando es un grande el que la propina. Otros, arrastraban molestias atribuidas a un césped marcado siempre por la polémica. La contractura de Germán Burgos y las molestias que sufre en el muslo derecho Vicente Engonga no encienden la luz de alarma en la enfermería mallorquinista, que cuenta todavía con Leo Biagini como principal inquilino, aunque la evolución del punta es todo lo correcta que se podía esperar.

Quien sin duda vivió ayer un momento especial fue Miquel Àngel Nadal. El de Manacor volvió a encontrarse durante unos minutos con la afición que le vio crecer y madurar como futbolista, y eso no pasó de largo. «Fue un día especial, pues cuando sales te sientes con una mayor responsabilidad hasta que no te encuentres dentro de los esquemas del equipo, además siempre te surgen inquietudes, pero al final sólo te queda el mal recuerdo de haber perdido un partido en estas circunstancias».

La primera cita oficial con sus nuevos compañeros no fue del todo redonda, pues «todo el vestuario quedó decepcionado, ya que hicimos un gran esfuerzo, pero en el fondo esto sólo acaba de empezar y se ha de seguir luchando, ya que queda toda una Liga por delante, y el miércoles una oportunidad única de meternos en la Liga de Campeones. Los partidos no acaban en el minuto 90, sino cuando pita el árbitro», concluyó Nadal.