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A las doce menos cuarto de la noche del jueves los hinchas del Chelsea que habían llegado a Palma por la mañana estaban de nuevo en Son Sant Joan. El tono del ambiente era frio, más bien gélido, pero nadie perdió la compostura. Recogieron la tarjeta de embarque, después algunos cenaron, otros efectuaron una serie de compras y, pasada la una de la madrugada, despegaba el avión que les llevaba de vuelta a casa. «Good bye Mallorca. Chelsea is great (viva el Chelsea). Dani comes to Chelsea (Dani será del Chelsea)», me dijeron dos aficionados al despedirnos. Se ponía así punto y final a una jornada en la que, además del ambiente lúdico deportivo, se temía la violencia que llevan consigo algunos hinchas del Chelsea. En el fondo sur el despliegue policial alcanzó todo su 'esplendor'. 'Land of hope and Glory' (país de esperanza y gloria), coreaban los hinchas, rodeados por todas partes menos por una (más arriba de sus cabezas) por policías de la UIP. Y el caso es que ellos no se extrañaron. Lo tienen asumido y saben que, cuando viajan con su equipo fuera de Inglaterra, los cordones policiales son algo tan habitual como la cerveza que algunos devoran. Una vez acabado el partido ellos, los del Chelsea, acabaron bebiéndose una gran dosis de resignación y hasta quieron ser amables. Desde la tribuna un grupo de mallorquinistas corearon: «¡Chelsea, cabrón, saluda al campeón!», y la mayoría de ellos, que el único castellano que entienden es el de una noche de copas en Punta Ballena, pensaron que se trataba de un saludo. Como agradecimiento, corearon su himno. Antes de abandonar el estadio un hincha, mientras recogía una bandera de la grada me dijo: 'Chelsea is good and Mallorca is great (el Chelsea es bueno y el Mallorca es grande)'. Este, lo juro, no había bebido cerveza, aunque fuera sin alcohol.