El capitán mallorquinista, Francisco Soler, posando ante un típico taxi londinense.

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No todos los años se celebra un partido del siglo. El Real Mallorca ha tenido que esperar ochenta y tres para iniciar el capítulo europeo de su historia, que entra dentro de tres días en una nueva página de oro con la visita del Chelsea al Lluís Sitjar.

La avalancha de críticas ante el hecho de que Televisión Española no retransmitiera el encuentro de ida acabó en el Parlamento e hizo claudicar al ente público, que el pasado jueves anunció la compra de los derechos del segundo partido a Vía Digital. Si el mallorquinismo pudo celebrar en directo el gol de Dani en Stamford Bridge fue porque las cámaras de TV3 sí se hicieron eco de la trascendencia de lo que estaba en juego. Trascendencia que pasó, como casi todo lo que lleva el sello bermellón, totalmente inadvertida para la televisión estatal.

Ni Cúper ni su grupo quieren oír hablar de la posibilidad de una prórroga. Las cifras de Liga, Copa y la propia Recopa demuestran que el césped del Lluís Sitjar es un aval lo suficientemente sólido como para aspirar al gran objetivo: que el Chelsea no marque. A pesar de la derrota del sábado, el sistema de contención mallorquinista se ha sometido a lo largo de la temporada a duros test que han puesto de manifiesto su solvencia. No en vano el equipo sigue siendo líder de la Primera División en el capítulo de goles encajados.

El reto de mantener imbatido el portal de Roa presidirá por tanto el discurso táctico de un Cúper que sin embargo no pretende acumular hombres en su campo. «Salir a defender un cero a cero es un suicidio, jugaremos presionando en todo el campo, como siempre», ha dicho el argentino cuando se ha visto abocado a situaciones similares.