Imagen de Manolo Bosch, exsecretario general de la FFIB. | Miquel Alzamora

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Manolo Bosch, (Palma, 1955) ha puesto punto y final a su etapa de 32 años al servicio del fútbol balear. Lejos quedan esos primeros pasos junto a Miquel Bestard en el comité de entrenadores hasta que Antonio Borrás del Barrio le reclutó como secretario general, cargo que ha desempeñado durante más de dos décadas. Ahora seguirá vinculado a la FFIB, pero de una forma más indirecta colaborando en todo lo que le pida la nueva administración gestionada por Pep Sansó.

—¿Se hace difícil después de más de media vida vinculado a la Federació dejar el día a día de Son Malferit?
—El fútbol es mi vida y eso no voy a perderlo de un día para otro. Sinceramente no me veo en casa cada mañana y tarde. Son 32 años vinculado a la Federació.

—¿Qué recuerda de sus inicios?
—Empecé con Miquel Bestard con las selecciones y Borrás del Barrio me reclutó posteriormente. Cuando quedó vacante la plaza de secretario general, el que fuera presidente me dio la oportunidad. Las delegaciones de Ibiza y Menorca instaron a Borrás a darme esa responsabilidad. En esos días existía el convencimiento de que ese cargo tenía que ser para una abogado, pero eso se cambió, y un día por semana venía uno a ayudarme con los asuntos delicados, pero como en esto del fútbol siempre es lo mismo en muchas situaciones por complicadas que puedan ser, ya tenía experiencia en muchos temas y ahí seguí. Fueron 23 años e iba para 24.

—Hábleme de su etapa con Antonio Borrás del Barrio.
—Lo peor de todo fue ese momento en que le inhabilitaron. Eso le destruyó porque él se encontraba en la disyuntiva de tener que atender las órdenes de la Española o las del Govern. Todo llegó por el asunto de la organización del fútbol sala, aquí se interpretó que se metió en una organización que no era competente. Al margen de esa situación, fue una época de transición ya que la Federació no hacía muchas cosas, organizaba los partidos y poco más. En su momento él iba mucho a Madrid y me dejaba a mí al frente, yo podía solucionar ciertos problemas, pero otros no. Eso por un parte me halagó, pero había gestiones donde él era imprescindible. Lo mejor de Borrás era el diálogo.

—¿Cómo fueron los años con Miquel Bestard?
—Miquel lo que hizo fue abrir las puertas, era un hombre de puertas abiertas. Entró y su lema fue que todos juntos hacemos fútbol y lo cumplió. También tenía un diálogo extraordinario con todos los clubes. Él llevaba la Federación de forma muy personal, muy de solucionar problemas cara a cara con las personas. Ahora la tecnología hace que la situación haya cambiado. Cada uno llevó a cabo una gestión muy válida con las opciones que tenían en su momento. Bestard promovió pagar los desplazamientos interislas y ahora por ejemplo se le dan 50.000 euros a un equipo de tercera para ayudar a profesionalizar el club. Son ciclos y situaciones que van sucediéndose. Cada uno en su tiempo lo hizo bien y la gestión actual tiene una gran capacidad económica para poder llevar a cabo sus proyectos.

—¿De qué está más satisfecho después de tres décadas ligado a la federación?
—Me voy de la Federación sintiendo el cariño de los clubes. He mantenido una relación muy estrecha con ellos. De las ocho de la mañana he estado pegado al teléfono todo el día. Mire, yo sabía que los directivos ser reunían después del último entrenamiento a las ocho de la tarde, por lo tanto se veían a las diez, cenaban, hablaban de los problemas que tenían y a las once de la noche muchos de ellos me llamaban para comunicarme sus inquietudes. Hoy en día esto ha cambiado por la tecnología. Tal vez he sido un secretario a la antigua, pero creo que he quedado bien con muchos de los clubes porque siempre he tratado de ayudarles. Siempre que me han buscado, me han encontrado.

—Esos tiempos atrás fueron intensos en todos los sentidos ¿Recuerda ese capítulo del año que impregnaron de residuos el despacho del presidente de los árbitros, en esa época Domenech Riera?
—Una persona llegó con un camión, levantó una alcantarilla y con uno de esos motores especiales enchufó la manguera a la alcantarilla y el otro lado lo metió por una ventana que daba al despacho del presidente. Fue así como sucedió.

—¿Qué otro capítulo difícil recuerda de su etapa?
—El año de la huelga del fútbol en la que privaron al Mallorca de jugar en Europa. Ese momento fue muy duro y en la federación nos asustamos, no lo negaré. Recuerdo una acampada de un señor del Independiente en el parking de la federación, la huelga de árbitros contra Borrás…pero lo más significativo y peor de todo fue lo mucho que sufrimos con la pandemia. Al margen de lo que sufrí personalmente, el hecho de no poder jugar y la puesta en marcha posterior con todos los controles fue una locura. Nos puso a prueba a todos, sufrimos mucho cada día.

—¿Qué ha sacrificado usted por el fútbol?
—Hace 32 años que no hago otra cosa. Lo he dado todo. Este año he disfrutado de mis primeros días de vacaciones porque jamás las tuve. Con eso se lo digo todo. Siempre me sentí muy responsable. He vivido por y para la Federació y agradezco a sus dirigentes también toda la confianza que han depositado en mí.

—¿Cuál ha sido su secreto para permanecer tantos años en un cargo de tanta responsabilidad?
—Aplicar el sentido común, la coherencia, ser discreto y fiel a los presidentes y también a la Federació. He tratado a todos los clubes por igual, nadie puede decir lo contrario. Mi obsesión al principio era aprender el reglamento y le puedo asegurar que llegué a saberlo de memoria y eso me permitía a su vez ayudar a los clubes en muchas de sus dudas en cualquier momento.