Antonia Lluch junto a su hija Cata Coll, María Pérez y Salma Paralluelo.

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Antonia Lluch Garvi (Pòrtol 1970) y Maria Oliver Rigo (Felanitx, 1960) no juegan a fútbol, pero sus corazones latirán mañana (12.00 horas) como si estuvieran a las órdenes de Jorge Vilda disputando la final de un Mundial. Antonia es autónoma y se debe a sus clientes. Maria trabaja como enfermera en el centro médico de Felanitx. Sus hijas Catalina Thomas Coll Lluc (Pòrtol, 2001) y Mariona Caldentey Oliver (Felanitx, 1996) disputarán este domingo la final de la Copa del Mundo ante Inglaterra para intentar darle a España la primera estrella de su historia en categoría femenina.
Antonia Lluch lo vivirá desde su domicilio en Pòrtol -su marido presenciará la final en directo- y, si los nervios de lo permiten, se acercará a la plaza del pueblo para vivir junto a sus paisanos la histórica cita en la final del mundial.

En cambio, Maria Oliver sí que estará presente en las gradas del Accor Stadium de Sidney junto a su hijo Miquel para completar más de 75.000 kilómetros en poco más de un mes para ver un hecho irrepetible. Se espera que aterricen en las Antípodas en las próximas horas después de casi 30 horas de viaje...

El padre, en el recuerdo

Lamentablemente, el padre de Mariona, Miquel Angel Caldentey, falleció de forma repentina en noviembre de 2018 con sólo 55 años de edad. Morete, como era conocido en el mundillo futbolístico, fue impulsor de la peña barcelonista Els Tamarells y el que le inyectó a Mariona su pasión por el fútbol y por los colores azulgrana.

Maria y Antonia coinciden en afirmar que para ellas sus hijas «ya son unas campeonas» porque llegar hasta la final del Mundial es «un logro que jamás se había conseguido. Estamos en una nube y pase lo que pase el domingo en la final, ya han hecho historia. Nadie esperaba esto y estamos viviendo un sueño» apunta a Ultima Hora.

Antonia siempre ha visto a su hija Cata Coll con un balón. «Desde pequeña, con tres o cuatro años, estaba jugando con la pelota. Para Navidad siempre pedía lo mismo: un balón de fútbol y una camiseta del Mallorca», subraya desde Pòrtol sin poder evitar esa sonrisa nerviosa que le acompaña en estos últimos días. Dudu Aouate, que defendió la portería mallorquinista en plena niñez de la actual portera titular de la selección española, fue su gran ídolo e incluso ha reconocido alguna vez que dormía con la camiseta del israelí.

Los inicios de Mariona Caldentey son calcados. «Ella empezó en la calle y después pasó a jugar a fútbol sala con cinco o seis años, pero siempre estaba con el balón. Su padre, que era entrenador, se la llevaba a los partidos y mientras él dirigía ella se entretenía con la pelota. Destacaba en los equipos de niños, pero jamás pensábamos que pudiera llegar tan lejos. Ni mucho menos», recalca Maria mientras prepara las maletas para viajar rumbo a Australia aprovechando el vuelo chárter que ha ofrecido la Federación a los familiares.

Vuelta al mundo

Será su segunda vuelta al mundo en apenas unas semanas. Más de 75.000 kilómetros para ver a su hija en la final del Mundial. «Vimos algún partido de la primera fase y el de Suiza, en el que Mariona por cierto no jugó, y le dije que no me iba a meter 30 horas de viaje otra vez. Pero jugar la final de un Mundial es un hecho histórico, que no sabemos si lo volveremos a vivir, y las compañeras de trabajo me han animado. ‘Ni se te ocurra no ir, nosotros te cubrimos’ me han dicho y allí estaré. Gracias a que ellas han podido cubrir mis turnos. Para Mariona también ha supuesto una inyección extra de moral que su madre y su hermano estemos allí con ella. El esfuerzo vale la pena».

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También tiene un recuerdo para su marido, que fue tan importante en la vida de Mariona, y que falleció hace apenas cinco años de forma repentina. «Si su padre viviera se hubiera quedado un mes con ella allí en Australia y Nueva Zelanda. Era un apasionado del fútbol. De hecho, para él no suponía ningún sacrificio ir desde Felanitx a Palma tres veces a la semana para que Mariona entrenara cuando estaba en el Cide. A veces llegaban a casa cerca de la medianoche y ella tenía colegio al día siguiente. La gente de aquí nos decían que como se iba a entrenar a Palma, pero para mi marido no suponía ningún sacrificio. El estaba encantado», recuerda con nostalgia.

Mariona Caldentey, junto a su hermano Miquel, su madre María y su cuñada Andrea.

La abuela María también es una figura importante en la vida de Mariona. «Tiene 88 años y está enfadada con nosotros porque todavía no ha podido ir a ver a su nieta a Barcelona un partido en directo. De esta temporada no pasa» bromea su hija.
Precisamente fue en el piano de su abuela Maria, que tiene cursos de solfeo, donde Mariona aprendió a tocar «aunque lo hace de oídas y ya hace tiempo que no practica. Se relajaba mucho cuando tocaba».

Sufrimiento

En el caso de Cata Coll, que se presentaba en el Mundial como la tercera portera y ha sido titular en las rondas decisivas -octavos, cuartos y semifinales de momento- su madre también se encuentra en una nube, aunque «con mucho sufrimiento. Cuando el portero falla, se nota mucho más que cuando lo hace un jugador de campo y reconozco que lo paso fatal cuando el balón se acerca a nuestra área», subraya.

El trabajo le impedirá vivir la final en directo porque «ya fui 10 días y no me podía ir otra vez. Me debo a mis clientes». Su marido Fernando Coll y Pablo Roca, que fue clave en la carrera de Cata como preparador de porteros, sí que están en Sidney.

Antonia repasa la trayectoria de Cata Coll, que comenzó como jugador en el Sporting Sant Marçal, aunque un día le dio el gusanillo de probar como portera y hasta ahora. Antonia recuerda a entrenadores como Ernesto Pinocho Vargas o Pablo Roca, con el que «perfeccionó mucho sus movimientos bajo los palos». Cuando tenía 14 años, sus padres dieron un paso adelante y Cata, además de las sesiones con su equipo, acudía a la academia para progresar y entrenar tanto a nivel de grupo como también de forma individual, dos o tres veces por semana. Con 16 años estudiaba por la mañana y posteriormente salía del Príncipes de España para entrenar en Can Valero. «Ahora está recogiendo el premio a tantos años de esfuerzo. Llegar a la élite no es fácil, pero Cata ha demostrado sus ganas de aprender y jamás se ha rendido. Ha pasado un año muy duro con la lesión tan grave que tuvo pero eso le ha hecho más fuerte y ahora está recogiendo todo lo que ha sembrado».

Tampoco Mariona ha tenido un año fácil. Protagonista directa de un año repleto de éxitos con el Barcelona, todo lo que ha rodeado al entorno de la selección nacional en los últimos meses no ha sido fácil para ella. «Ha sido muy duro para todas, aunque en casa no hablamos de este tema. Ella ha demostrado tener mucha madurez para afrontar los problemas así como han venido».
Las comunicaciones con sus hijas también han sido de película. «Cata nos despertó de madrugada, a las cinco, diciendo que iba a jugar de titular y ya no pudimos dormir en toda la noche» confiesa Antonia. También las madrugadas han sido festivas en la casa de Maria. «Después de los partidos hacíamos vídeo llamadas con ella. El día de la semifinal nos reunimos todos para verlo. Fue muy emocionante. Cuando empató Suecia, pensé: no por favor otra prórroga no. El 2-1 desató la locura en casa».

No hay nada como el amor de una madre. Siempre incondicional. Sin esperar nada a cambio. Antonia Lluch y Maria Oliver aguardan ansiosas el punto y final al verano más loco de sus vidas. Sus hijas, Cata Coll y Mariona Caldentey, que empezaron dando patadas al balón en la calle cuando apenas sabían caminar, ya han hecho historia.