Imagen que ofrecía el campo de La Salle el pasado sábado durante el parón de la competición como medida de protesta contra la violencia y en apoyo al colectivo arbitral. | Laura Becerra

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Tras un fin de semana sin fútbol en el ámbito regional, se reanudará la competición con el deseo entre el colectivo arbitral de que empiecen a cambiar actitudes en los campos y en las gradas. El estamento tiene claro que la guerra contra la violencia no se ha superado con un parón, pero sí que se ha ganado una batalla cumpliendo una serie de objetivos sobre los que se tiene que cimentar una etapa de trabajo en el medio y largo plazo. Los árbitros subrayan que se ha logrado unidad entre los colegiados, sensibilización hacia su labor, el respaldo mayoritario de todos los agentes implicados y los compromisos de la Federació y de las instituciones de buscar soluciones.

Propiciar el aplazamiento de más de 700 partidos de fútbol y fútbol sala no ha sido una medida agradable para los propios árbitros, que son los primeros en desear que llegue el fin de semana para disfrutar de una de sus pasiones. «Sin árbitros no hay fútbol», es uno de los lemas que ha resonado en los mensajes de apoyo al estamento, que han sido muchos y de múltiples partes. Consideran que era necesaria una acción de impacto para ejercer de altavoz y confían en que sea una medida efectiva para que los dirigentes marquen el camino en una lucha contra los violentos. Y es que uno de los mensajes que han defendido es que el parón «no es una guerra contra la FFIB, instituciones o los clubes, es contra los que van a un campo a agredir verbal o físicamente». Y ahí es donde aseguran que estarán sus esfuerzos, en colaborar desde su posición a tener un deporte más limpio.

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El parón ha sido un hito histórico en el fútbol balear, por lo que no se plantean a corto plazo nuevas interrupciones de este calado. Es el momento de volver a vestirse de corto y avanzar en una temporada en la que esperan que el aplazamiento de la jornada haya llevado a algunos a la reflexión. Nadie cree que un problema tan arraigado en la sociedad vaya a desaparecer de golpe, pero sí que el que insulta se sienta desplazado por el grueso de la familia del fútbol que disfruta del deporte rey desde la competición y sus valores. Empezando por los jugadores y entrenadores y acabando por los directivos y el público, todos, incluidos los propios trencillas, deben contribuir a que se imponga el juego sobre las cosas negativas que lo rodean.

Que los insultos o agresiones no salgan gratis o que se intensifique la vigilancia sobre el cumplimiento de la ley que prohíbe el consumo de alcohol en evento deportivos forman parte de sus reclamaciones y en estos casos el margen de maniobra de la FFIB es escaso. La territorial que preside Miquel Bestard puede presumir de contundencia a la hora de sancionar a los que causan incidentes en un terreno de juego y tienen ficha federativa, pero otras batallas de esta guerra se libran en otros ámbitos. De ahí que la FFIB haya reclamado una reunión con la Comissió Antiviolència y se haya concretado la participación en el próximo encuentro de alcaldes de Mallorca para plantear necesidades y medidas.