Carlos Martínez, entrenador del Platges de Calvià. | Pilar Pellicer

TW
0

Carlos Martínez es el entrenador del Platges de Calvià, uno de los equipos potentes en Tercera y en continua evolución. Todo un clásico. Empezó en el barro para progresar año tras año hasta convertirse en un referente del fútbol balear. Hoy en este serial dedicado a los entrenadores de las Islas Baleares aproximamos su filosofía de fútbol. Un valor seguro que ha pasado también por los banquillos del San Pedro, San Francisco, Cide y ya en el fútbol amateur lo hizo por el Andratx, Constància, Collerense, Penya Arrabal y Santa Catalina.

Hablemos de su época de jugador ¿Cómo se definiría?
—Era un extremo técnico muy frío, buen regateador, pero poco trabajador.

¿Con qué futbolista de su actual equipo se identifica más?
—Con ninguno. Yo era un jugador demasiado frío para jugar en Tercera. No me gustaba ir hacia atrás y es difícil jugar conmigo si no retrocedes.

¿Qué entrenadores le marcaron?
—Pep ‘Merengue’, estuvo mucho en el Rafal, San Pedro y sabía llegar muy bien al jugador. También mi padre, al que seguí desde que tenía yo 7 años. Y no quiero olvidar a Pedro González, que si bien no me entrenó nunca, lo tuve en la escuela de entrenadores y es un referente.

¿Existe la soledad del entrenador?
—Sin duda. Es una labor muy desagradecida donde normalmente el mérito cuando las cosas van bien es porque los jugadores dan ese plus de calidad y cuando las cosas van mal, el entrenador es el señalado.

¿Qué recuerdo conserva con más cariño de su época de jugador?
—La época del Mallorca. Jugábamos en la antigua pista del Lluís Sitjar y estuve con Miki Garro, David Quiñonero, David Sánchez, Santi Domínguez. Fue inolvidable y guarde grandes momentos de esos tiempos.

¿Qué campo de fútbol se le atragantaba más?
—La Salle nunca se me daba especialmente bien.

¿Se vive mejor como jugador o como entrenador y por qué?
—Como futbolista. Si juega piensa que lo hace porque es muy bueno y si no lo hace es porque el entrenador tiene algo contra él. Siempre tiene una excusa para justificar cuando juega o no y el técnico nunca tiene excusas. Son los resultados los que te dan fuerza o te condenan. Es no cambiará nunca.

¿Cuándo decidió hacer la transición de colgar las botas y tomar la libreta?
—En el Collerense no me daban la baja y al quedarme un año de juvenil me ofrecieron un fútbol 7 en San Pedro y así empecé y nunca pensé que llegaría hasta donde he llegado.

¿Qué consejo le dieron y que nunca ha olvidado?
—Mi padre me enseñó a ser honesto con el jugador, decirle lo que piensas y nunca engañarle. Siempre he ido de frente.

¿El entrenador que ahora es alinearía en el once titular al futbolista que fue?
—No. De hecho no estaría ni en la plantilla.

Ahora como entrenador ¿da explicaciones a los futbolistas suplentes o no?
—Me gusta dar explicaciones a los jugadores y darles mi punto de vista. Eso sí, en caso de que uno venga a pedirme alguna explicación, esa semana el futbolista no jugará porque si esa semana juega muestras debilidad con el resto de la plantilla.

Desde que llegó a los banquillos, ¿qué entiende ahora y no entendía como futbolista?
—Muchas cosas y también entiendo muchas cosas como entrenador que no manejaba cuando empecé. Era muy impulsivo y ahora no lo soy tanto ni mucho menos. He aprendido a saber lo que tengo que decir, cuándo he de decirlo y cómo.

¿Qué aconseja a sus futbolistas?
—Que tengan personalidad y que piensen en el grupo.

¿Qué no soporta de un jugador?
—El egoísmo y que sea prepotente porque se crea mejor técnicamente. En un vestuario todas las virtudes suman, desde el jugador más técnico al que menos.

¿Cómo mantiene la disciplina?
—Con diálogo. Al empezar era más duro, más sargento, ahora ya no.

¿Las derrotas le quitan el sueño?
—No duermo después de los partidos más allá del resultado. En eso no me han cambiado los años.

¿Qué sueño tiene como entrenador?
—Disfrutar. Es un privilegio ser uno de los entrenadores que dirigen en Tercera División.