Jose María Giménez de Vargas de Atlético Madrid celebra un gol ante el Mónaco. | SEBASTIEN NOGIER

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Monáco 1-2 Atlético de Madrid

Mónaco: Benaglio; Sidibé, Glik, Jemerson, Henrichs; Grandsir (Sylla, m. 77), Tielemans, N'Doram, Aholou (Adama Traoré, m. 69), Chadli (Mboula, m. 58); y Falcao.

Atlético de Madrid: Oblak; Juanfran, Giménez, Godín, Lucas; Correa (Lemar, m. 70), Rodri, Saúl, Koke; Griezmann y Diego Costa.

Goles: 1-0, m. 18: Gandsir, tras un rechace de Correa en el área. 1-1, m. 32: Diego Costa bate a Benaglio en el duelo individual tras una asistencia de Griezmann. 1-2, m. 46+: Giménez, con un testarazo frontal en un saque de esquina de Koke.

Árbitro: William Collum (Escocia). Amonestó a los locales Falcao (m. 11), Sidibé (m. 53) y Adama Traoré (m. 78) y al visitante Giménez (m. 48).

Incidencias: partido correspondiente a la primera jornada del grupo A de la Liga de Campeones, disputado en el estadio Luis II de Mónaco ante unos 14.000 espectadores.

El Atlético de Madrid resurgió en Mónaco con un estreno ganador en la Liga de Campeones 2018-19, en el que remontó un gol en el primer tiempo con pegada y determinación por medio de Diego Costa y José Giménez, los dos goleadores de una reacción promovida por Antoine Griezmann y Koke Resurrección.

Al ritmo de los dos, ambos esenciales para las máximas aspiraciones que se plantea el conjunto rojiblanco para este curso y ambos indispensables para la victoria de este martes -el francés asistió el 1-1 y el madrileño participó en ambas dianas-, su equipo se reactivó en el estadio Luis II con un buen resultado, con algún buen pasaje, pero también con unos cuantos aspectos aún mejorables.

El Atlético demostró carácter y sobre todo pegada; dos cualidades transcendentes en todo su recorrido de éxitos de los últimos seis años y dos bases sobre las que construir su reacción en este inicio de temporada. De momento se reencontró con la victoria, mientras ajusta su funcionamiento colectivo y potencia sus individualidades, además con la capacidad para levantar un gol en su contra.

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El 1-0 fue un despropósito propio. De Saúl, sobre todo, cuando amortiguó con el pecho una pelota sencilla al borde del área, sin atender a que detrás esperaba Falcao para arrebatársela con suma facilidad, pero también de Correa, que intentó controlar de espaldas, hacia su portería, un balón que nunca debió ni siquiera pensar en controlarlo. El rechace fue a Gandsir, que culminó el gol.

Un tanto impropio de un equipo como el bloque rojiblanco, tan firme y tan cuidadoso atrás siempre. En la actualidad transmite una vulnerabilidad impensable en casi toda la era Simeone. En cada gol recibido -cinco- en cuatro de sus últimos cinco duelos, ha habido algún fallo. Antes una excepción, ahora es demasiado común.

El Atlético se rebeló contra ese error al ritmo de Koke y Griezmann. Incluso sobre un césped horrible, también impropio de un duelo de la Liga de Campeones, el fútbol entre líneas del francés fue un jeroglífico irresoluble para su rival, un equipo que, aún con el 1-0, evidenció que hoy por hoy está lejos del club madrileño.

Sin nada del otro mundo, después de una estirada de Jan Oblak para repeler el trallazo desde fuera del área de Aholou, en cuanto encontró la verticalidad, la destreza con la que mejor se mueve en ataque, derribó a su oponente con dos golpes en el cuarto de hora final del primer tiempo, desde el 1-1 de Costa al 1-2 de Giménez.

En los dos participó Koke. En el 1-1, en el minuto 32, cuando transformó una transición en un contragolpe letal. Dos pases al primer toque, el primero suyo, el segundo de Griezmann, ya al desmarque al espacio y a la carrera de Diego Costa, desbordaron al Mónaco. El internacional español los culminó ante Benaglio (1-1).

Y en el 1-2, como asistente desde la esquina. Sin Thomas Lemar sobre el terreno de juego, suplente de inicio, los lanzamientos de córner fueron de nuevo para Koke, que puso la pelota en el punto de penalti para la irrupción y el testarazo de Giménez, potente en un remate inalcanzable para Benaglio segundos antes del intermedio.

Repuesto del daño, por delante en el marcador, controlador sobre el césped, el Atlético rearmó su partido para el segundo tiempo. No asumió riesgos con la pelota, pero sí con su repliegue, por ese paso atrás que dio conforme avanzó el duelo, que le posicionó unos metros por delante de su área, sin el balón, sin salida, sin contragolpe...

Si durante todo el primer cuarto de hora de la reanudación le negó al Mónaco una reacción que sólo habría sido posible con la propia permisividad del equipo madrileño, un rato después le dio el margen suficiente para intentarlo. Sin éxito, sí, sin ocasiones, también, pero en una zona de riesgo, que penaliza cada despiste.

No tuvo ya ninguno el Atlético, que reafirmó que su partido ya estaba hecho. Mientras el reloj contaba a su favor, prefirió el control al ataque, la posesión a la verticalidad, sin renunciar a un par de apariciones ofensivas que terminaron sin rematador, consciente de que el choque ya lo había ganado mucho tiempo antes.