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Deportivo 3 - 1 Celta

Deportivo de La Coruña: Aranzubia; Manuel Pablo, Marchena, Aythami, Sílvio; Abel Aguilar, Juan Domínguez; Bruno Gama, Valerón (Álex Bergantiños, min.85), Pizzi; y Riki (Salomao, min.77).

Celta de Vigo: Javi Varas; Jony, Demidov, Túñez, Roberto Lago; Oubiña, Pranjic; Augusto Fernández (Krohn-Dehli, min.78), Bermejo (Park, min.69), De Lucas (Orellana, min.56); e Iago Aspas.

Goles: 1-0, min.9: Riki. 2-0, min.64: Sílvio. 3-0, min.78: Salomao. 3-1, min.80: Park.

Árbitro: Velasco Carballo, del colegio madrileño. Expulsó con roja directa a Iago Aspas por un cabezazo a Marchena (min.29). Amonestó a Túñez (min.5), Demidov (min.13) y Roberto Lago (min.29), por parte del Celta; y a Aythami (min.43) y a Pizzi (min.81), por parte del Deportivo.

El Deportivo resucitó en el derbi de la agonía, el que disputaron los dos últimos clasificados de la Liga BBVA (3-1), volvió a ganar después de nueve partidos en los que solo había conseguido dos puntos, y, de paso, dejó tocado a su eterno rival, el Celta de Vigo, que encajó pronto el primer gol y perdió opciones con la autoexpulsión de su estrella, Iago Aspas, con 60 minutos por delante.

Herido de muerte, el Deportivo recibió a su eterno rival, que le aventajaba en seis puntos, hundido en el fondo de la tabla, con hambre después de nueve encuentros sin lograr la victoria, con ganas de brindarle algo positivo a su afición en una temporada en la que todo es negativo, tanto en el césped como en los despachos, donde el club ha tenido que recurrir a un concurso de acreedores para tratar de sobrevivir.

Acabó Riazor haciendo la ola, creyendo en su equipo, en la posibilidad de que se obre el milagro en la recta final de la temporada.

El clásico era una final para los dos contendientes, pero sobre todo para el conjunto coruñés. Sabía que se trataba del último tren para seguir con opciones de conseguir la permanencia y se quiso subir a él desde el principio, apoyado en una alineación con mayor creatividad en el centro del campo, sin el músculo del brasileño Assunçao pero con el cerebro de Juan Domínguez, que tiene buena sintonía con este tipo de partidos.

El Deportivo, como en los tres derbis más próximos en el tiempo, los dos de la Liga Adelante el curso pasado y el de la primera vuelta en Balaídos, controló la sobreexcitación, salió con cabeza, quiso el balón y le dio el primer golpe al Celta a los nueve minutos.

Fue en una acción de brega y fe de Bruno Gama, que insistió en el flanco izquierdo, vio a Valerón y el canario inventó uno de sus pases sublimes que encontró en el área la definición de Riki, el máximo goleador del Deportivo, con un control con el muslo y un disparo a la media vuelta imparable para Varas.

El Celta pareció rehacerse de la bofetada de Riki, pero apenas inquietó a Aranzubia, que ni siquiera se tuvo que emplear en el primer aviso serio, una falta lejana que se marchó por encima de la portería.

Con los vigueses más entonados, Iago Aspas perdió la cabeza, la usó para golpear a Marchena en el área del Deportivo, y Velasco Carballo no dudó en expulsarlo con roja directa antes de se cumpliera la media hora de partido.

El Celta se quedaba en inferioridad y por detrás en el marcador, pero aún así se hizo con el balón hasta el descanso, con el Deportivo replegado en su campo y preparado para sorprenderle en algún momento de lucidez como el que tuvieron Valerón y Riki a falta de diez minutos para el final del primer tiempo y que Varas contrarrestó con una buena intervención.

El Deportivo perdonó el segundo en un mano a mano de su máximo goleador con Varas, pero Sílvio enmendó el error del madrileño con otro golazo, una volea espléndida y lejana que se coló por la escuadra.

El equipo coruñés dejó jugar al Celta, que buscó oxígeno en el banquillo, donde lo encontró el Deportivo. Salomao, que llevaba unos segundos en el césped, asestó el tercer gol a los vigueses al contragolpe, con velocidad y resolución.

Riazor creyó en las posibilidades del Deportivo de lograr la permanencia, no perdió la fe cuando el coreano Park, que también acababa de entrar en el terreno de juego dejó el marcador 3-1 a falta de diez minutos, y despidió a los suyos al grito de «sí, se puede».