El delantero argentino del Real Mallorca Fernando Cavenaghi se lamenta tras una ocasión fallada frente al Almería. | Montserrat T. Diez

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Es una cuestión de orgullo. De honor. Las cuatro puñaladas recibidas por el Almería el pasado jueves todavía duelen en el corazón del mallorquinismo, que se toma el encuentro de esta tarde (17.00 horas, Iberostar Estadio) como algo personal. El calendario le ha concedido al Mallorca una segunda oportunidad sin tiempo para que la herida sane.

La posibilidad de tomarse la revancha («no venganza», dice Laudrup) tres días después de sufrir uno de los mayores batacazos de su historia reciente -jamás se había ido al descanso con un 0-4 en contra- flota en el ambiente y monopoliza las tertulias.

En el mismo escenario y ante el mismo rival, el Mallorca quiere recuperar algunas de las piezas que el Almería destrozó en los primeros cuarenta y cinco minutos. Laudrup no jugará esta vez a la ruleta rusa. Nsue, De Guzman y Víctor serán los únicos que repitan. La eliminación copera dejó varias víctimas, señaló con el dedo a algunos futbolistas a los que el 6-E pudo marcar su destino. Tipos como Lux, Ratinho, Rubén, Martí Crespí o el propio Ayoze regresan al anonimato en favor de los titulares. El danés aseguró ayer que llegó a pensar en la posibilidad de alinear al mismo once del pasado jueves para que fueran ellos los que restauraran el honor. Pero la decepción fue máxima y Laudrup no quiere jugar de nuevo con fuego.

Enfrente, un Almería que aparcará su euforia copera -nunca había accedido hasta los cuartos de final- para tratar de abandonar las arenas movedizas de la tabla.

Anclado en las plazas de descenso -es penúltimo con 13 puntos- lo fiará todo a la fiabilidad de Diego Alves bajo los palos y la magia de Piatti u Ortiz -marcaros los cuatro goles el jueves- para intentar asomar la cabeza a la superficie. Por cierto, sus dos únicos triunfos ligueros han sido a domicilio: en Coruña y Sevilla. La revancha está servida.