Multitud de jóvenes seguidoras en la plaza de las Tortugas.. | M. À. Cañellas

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Noventa minutos. Ese margen de tiempo sirvió para paralizar a Mallorca con motivo de una histórica semifinal. Numerosos lugares sirvieron de punto de encuentro y la pequeña -en ocasiones gigante- pantalla se erigió en lugar de reunión a la caza de un sueño. Desde la habitual cita en Festival Park, en cuyos cines se pudo seguir el encuentro en 3D, pasando por los bares, domicilios particulares, incluso el centro penitenciario de Palma, donde se mezclaron internos españoles y alemanes con enorme deportividad, todo escenario era válido para disfrutar de una cita con los anales. La Plaça Mallorca de Inca reunió a la parroquia de la capital de es Raiguer, que pese a los problemas técnicos vibró con la cita. Y la alegría que derrochaba la afición mallorquina y española halló su contrapunto en la Platja de Palma y otros escenarios turísticos en los que los germanos eran mayoría. Pese al refuerzo policial planificado, la tristeza y la decepción que les invadió, en especial tras el tanto de Puyol, acabó por sofocar la euforia de las horas previas. Una alegría que en Palma se trasladó a la Plaça Joan Carles I.
Invasión
El escenario habitual de las celebraciones deportivas de la capital mallorquina, y sus calles más importantes, se llenaron de coches que provocaron un estruendo con el que se recordaba que era una noche de fiesta en la que todos apuntaban hacua una misma dirección, sin diferencias. Un claro preludio de lo que puede llegar a ocurrir el domingo si España consigue proclamarse campeona del mundo.