Will Smith (derecha) golpea a Chris Rock. | BRIAN SNYDER

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La ceremonia de los Óscar de este año ha estado marcada por la bofetada de Will Smith a Chris Rock por un comentario que evocaba a los problemas de alopecia de su mujer, Jada Pinkett. «La situación protagonizada en la última gala de los Óscar por Will Smith, no ha hecho más que poner de relieve la importancia de la gestión emocional ante hechos que nos llevan a reaccionar de una manera poco ortodoxa», expone la coach personal y de salud, Marga Almarcha. En este sentido, explica que «en la vida, en muchas ocasiones se dan situaciones que nos conectan con ciertas experiencias vividas que hacen que reaccionemos y nos pongamos en una situación de ataque. Es aquí donde la parte más evolucionada de nuestro cerebro, el neocórtex, deja el testigo al cerebro reptiliano, la parte más primitiva de nuestro cerebro, que hace que respondamos con conductas más impulsivas. En este momento nos podemos ver inmersos en un secuestro emocional, donde actuamos más movidos por el impulso que por nuestra parte más racional».

A su modo de ver, «las emociones son una energía viva que nos da una información de gran valor y que nos ayuda a conocernos. Ahora bien, dejarse llevar por ellas y que eso genere conductas que puedan afectar a otra persona o a uno mismo puede significar que quizá necesitemos una mayor gestión emocional. Se habla continuamente de emociones buenas y malas, pero a decir verdad no son ni lo uno ni lo otro, básicamente porque todas tienen un papel adaptativo; es decir, todas son fundamentales para nosotros si sabemos escuchar la información que nos traen, pero sobre todo hay que vivirlas y experimentarlas ya que nos hablan de nosotros, de lo que pasa en nuestro interior, de nuestras necesidades».

Almarcha sostiene que «seguramente Will Smith sintió rabia o ira que le conectó con su necesidad de respeto y protección al escuchar como Chris Rock hacía comentarios hirientes sobre su mujer. No cabe la menor duda que la violencia no se justifica en ningún caso, por eso es importante antes de actuar de esa forma encontrar herramientas que, en esos momentos nos ayuden a transitar ese tipo de emociones sin perjudicar a nadie ni a uno mismo». «A muchos de nosotros nos cuesta hablar de emociones, de sentimientos, identificar las sensaciones físicas que éstas ocasionan en nosotros, sobre todo porque desgraciadamente no es una cosa que hayamos aprendido en el colegio; y, en muchas ocasiones tampoco de la mano de nuestros progenitores. De hecho, se nos ha enseñado a ser personas más racionales y a utilizar como estrategia la represión o la no aceptación de nuestras emociones pensando que dejándolas aparcadas vamos a estar mejor, cuando la realidad es muy distinta; con esta decisión solo favorecemos que vuelvan a acompañarnos cuando algo nos vuelva a activar».

La coach destaca que «por ello es tan importante la gestión emocional, entendiéndola como la habilidad que tenemos como personas para percibir, comprender, gestionar, experimentar las emociones y comprendiendo el papel tan importante que tienen en nuestra vida, evitando así vernos sobrepasados por ellas». En este punto, explica que «como toda habilidad requiere práctica y no existe una forma única de hacerlo ya que cada persona es distinta y ha tenido sus propias experiencias. Sin embargo, siguiendo los siguientes pasos, encontrarás una pequeña hoja de ruta que te ayude a aprender a gestionarlas».

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«El primer paso va dirigido a que descubras tus detonantes, lo que te hace saltar antes determinadas situaciones. Estos desencadenantes pueden ser palabras, frases, situaciones, lugares, personas…reconocerlos y saber de dónde, por qué y para qué vienen es fundamental para entender porqué reaccionas cómo lo haces en situaciones concretas que tienden a repetirse. Quizá son situaciones que te pasaron en tu infancia, en tu adolescencia o en otro momento de tu vida, pero siguen ahí y son tu gatillo constante».

«El segundo paso pasa por reconocer y tomar conciencia de los cambios a nivel corporal que se producen al sentir las emociones que me generan esos detonantes. Cada persona lo puede vivir diferente, pero sin ningún tipo de duda el cuerpo habla a través de reacciones de las que tenemos que estar alerta. En muchas ocasiones vivir en piloto automático nos aleja de poder ser conscientes de estas sensaciones, por eso parar durante el día unas cuantas veces para conectar con nuestro cuerpo nos ayudará a tener una mayor conciencia corporal».

Almarcha precisa que el tercero se produce cuando ya se han dado los dos primeros pasos y estamos ante una emoción intensa como rabia o ira. Entonces es el «momento de mantener la mente en el presente y no caer en el juicio ni en la crítica, evitando entrar en el discurso mental de 'lo que yo me digo sobre lo que está pasando' que solo lleva a retroalimentar y aumentar esa emoción. Para conseguirlo la práctica de mindfulness o meditación te pueden resultar de mucha utilidad».

El cuarto paso consiste en «desarrollar la inteligencia emocional, de aprender cómo nos influyen nuestras propias emociones y sentimientos, de saber expresarlas y gestionarlas ante cualquier situación, de desarrollar la empatía hacia uno y hacia la otra persona y así interactuar mejor con otras personas favoreciendo relaciones más saludables. En este punto, se encontraría también la responsabilidad afectiva y el saber reparar cuando nos damos cuenta de que hemos generado daño en la otra persona con nuestros actos».

La coach concluye que «la gestión emocional es, sin duda, una asignatura pendiente sobre todo porque hemos sido criados desde el paradigma de evitar ciertas emociones por no ser buenas, lo que ha llevado a rechazarlas, en vez de conocerlas y escucharlas para reconocer su mensaje. Aprender a modularse, a conocer nuestras emociones y lo qué nos generan no está en los libros, viene de la más profunda decisión de cambiar un patrón que se repite, de admitir esas partes nuestras que nos hacen reaccionar para escucharlas y reconocerlas». De este modo se puede «aprender a hacer las cosas diferentes, consiguiendo armonizar nuestro mundo interno con el exterior, porque en esto de las emociones puede ser que sigamos siendo unos eternos estudiantes».