En la vida nos enfrentamos continuamente a cambios. | Pixabay

TW
0

La coach personal y de salud, Marga Almarcha, sostiene que «la vida es un cambio constante, un ir y venir de acontecimientos que forman parte de nuestra experiencia personal, académica, laboral, social… y, aunque en muchas ocasiones nos cueste adaptarnos a ellos por miedo a lo desconocido, sin duda aceptarlos y buscar la forma en la que podemos aprender de ellos es el mejor modo de gestionarlos y de integrarlos de la forma más natural posible».

En este punto ha precisado que «nuestra actitud va a contar mucho en esa forma de gestionar los cambios que se vayan produciendo a lo largo de nuestra vida, de hecho, ya desde edades tempranas podemos observar como hay niños que se adaptan mejor a su primer día de colegio y otros que necesitan más tiempo para sentirse cómodos en ese nuevo ambiente. Esta incomodidad se puede traducir en enfado, en formas más rebeldes de comportamiento, llorando más de lo habitual, evitando el contacto con sus amigos… estas respuestas no son más que una forma de expresar emociones como tristeza, miedo, angustia… ante lo desconocido». «Ante estos comportamientos es importante que como padres estemos pendientes y no los dejemos pasar pensando que se ya se le pasará, nuestra respuesta tiene que ir más encaminada a estar presentes, acompañar y sostener estos momentos con la mayor paciencia posible».

Almarcha explica que «nuestra respuesta al cambio también va a ir condicionada a si es un cambio elegido por nosotros, que viene de la mano de una decisión consensuada y reflexionada; a si, por el contrario, es un cambio que no hemos elegido y que nos viene impuesto, lo que condicionará muchísimo nuestra manera de asimilarlos. Sea de la manera que sea, el cambio nos trae cosas nuevas, la búsqueda de recursos nuevos y de afrontar el miedo a lo desconocido. En función de todo ello, podemos decir que existen cuatro formas de vivir estos cambios que nos podrán condicionar o ayudar en la manera que tengamos de gestionarlos».

«La primera sería actuar desde la queja, lo que genera una actitud de resistencia con las emociones de rechazo que ello provoca como frustración, impotencia... Desde esta posición tardaremos más en poder adaptarnos al cambio, ya que nuestro pensamiento sólo se estará enfocando en la parte negativa del proceso lo que nos llevará a mantener una resistencia todavía mayor, sobre todo, porque nos basamos en el desconocimiento de lo que está por venir y la incertidumbre que nos provoca».

Noticias relacionadas

La coach añade que «otra forma es vivirlos con resignación que, si a priori, puede dar la sensación de que se está aceptando el cambio porque es lo que «me ha tocado» realmente detrás se puede esconder una actitud encaminada a dejar de buscar soluciones o alternativas que, ayuden a adecuarnos más fácilmente a la nueva situación».

A su modo de ver, «quizá la forma que más nos ayude a adaptar el cambio y a vivirlo como una experiencia positiva y enriquecedora sea la aceptación. Esta forma de vivir los cambios parte de la predisposición por nuestra parte de tomar conciencia de lo que pretendemos conseguir y la importancia que esto tiene para mía y qué obstáculos van a poder aparecer y cómo voy a ser capaz de resolverlos. Esta opción de afrontamiento nos pone en una situación donde estamos teniendo en cuenta los pros y los contras y, donde a pesar de ver también los inconvenientes que nos surgen, nuestra mirada está puesta en las oportunidades que se abren ante el cambio».

La cuarta forma de vivir el cambio es cambiar. «Aquí es importante pararse ante la idea de que no somos eternos y, la situación que hemos vivido lo ha puesto más que nunca de manifiesto. Sólo nosotros y nosotras podemos pasar a la acción y cambiar lo que no nos gusta de nuestra vida y de nosotros mismos, nadie va a venir a hacerlo por nosotros. Tenerlo presente nos puede ayudar a ser más conscientes de lo que nos puede aportar realizar ciertos cambios en nuestra vida».

Almarcha concluye que «los cambios son inherentes a la vida y aunque en muchas ocasiones podamos tener una actitud proactiva, positiva y de aceptación, no va a eximir de que en el fondo sea difícil adaptarse muy rápidamente y requiramos más tiempo para ir asumiendo ese cambio, entendiéndolos como algo que nos va a ayudar a crecer y a evolucionar. «Esto nos pone delante de una actitud a tener en cuenta que es nuestra flexibilidad y nuestra adaptabilidad a las circunstancias cuando éstas no vienen tal y como pensamos; actitudes que requieren práctica y, sobre todo, estar dispuesto a romper con patrones que nos limiten para dar la bienvenida y celebrar todos los beneficios que nos traen como la aceptación ante lo que no podemos controlar, conocer y manejar las emociones desagradables que surgen, la búsqueda de soluciones, la valentía para evitarlo. Por ello, quizá sea importante mantener abiertas las ventanas al cambio en nuestra vida».