Anatole France y una sopa de guisantes con lechuga a la francesa

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«Cuatro niños pequeños son enviados a recoger las hojas secas del huerto (jardin potager). Este trabajo les lleva casi todo el día. Pero he aquí que los techos de la aldea se van coronando de ligeras columnas de humo. Estas chimeneas humeantes les dicen que la sopa de guisantes se está cociendo en la olla. Y nuestros pequeños obreros regresan a casa. Su madre, que les espera en la puerta, les dice en voz alta: '¡Vamos niños, que la sopa ya está en su punto!’ Y no hay duda de que los chicos la encontrarán excelente». Es un pequeño fragmento de la narración Nos enfants de Anatole-François Thibault (París 1844-Saint Cyrsur-Loire, 1924), más conocido por su seudónimo Anatole France, que en 1921 recibiría el Premio Nobel de Literatura.

Hijo de un librero, fue bibliotecario del Senado. De refinada cultura humanista y hombre de izquierdas, fue defensor de Dreyfus, militar injustamente culpado de espionaje cuando en realidad era un montaje para echarlo del ejército por ser judío. Alcanzó gran popularidad y fue considerado un maestro y modelo de buena escritura por su sencillez, claridad y precisión, así como el uso lúcido de la ironía. Alcanzó bastante éxito con sus poesías de inspiración parnasiana aunque la crítica elogió más sus novelas en las que crea un nuevo tipo de personaje; el héroe intelectual. Su preocupación social y su progresismo político definieron su personalidad y es autor de grandes novelas como El crimen de Silvestre Bonnart (1881); Thais, la azucena roja (1890); El maniquí de mimbre (1897); La rebelión de los ángeles (1914)... además de cuentos, obras de teatro, un libro de memorias, ensayos de crítica literaria... En resumen, un profesional de la pluma y un promotor cultural con inquietudes políticas.

Pero vayamos ya a la cocina y preparemos esa popular sopa: ponemos en una cazuela de barro trescientos gramos de guisantes desgranados, una cebolla picada, una ramita de tomillo, media tacita de aceite, un vaso de agua y una cucharadita de sal y cocemos esta mezcla a fuego lento por espacio de media hora. Sometemos mientras tanto al licuador dos lechugas crudas para obtener un zumo, bien colado, de estas hortalizas. En el momento de servir las añadimos a la sopa junto con un trozo de mantequilla fresca.