Excelente menú para degustar la cocina cantonesa.

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Weifan Wang, Sandra para sus amigos en España, donde reside desde hace tres décadas, lleva tiempo demostrando un notable nivel en sus restaurantes de comida china. Montó Made in China hace un lustro en la avenida Ramón y Cajal palmesana, y ha incrementado su oferta con Dao Gu, ambos con la misma filosofía, sustentada en buena calidad de cocina y producto y magnífica atención al cliente. Es habitual comprobar cómo ella misma les responde en persona en las redes sociales.

Made in China sigue siendo su buque insignia. De discreto y elegante tono verde en su exterior y acogedor interior, nada más franquear la entrada se contempla la bien ordenada zona abierta donde el chef y sus ayudantes preparan los platos de una cocina esencialmente cantonesa tradicional, aunque no exclusivamente, como se puede apreciar con su pato laqueado, uno de los must del restaurante, que ofrecen en sus dos versiones, pequinés y cantonés (42€ entero, 22,8€/21,9€ media ración).

La carta es razonablemente amplia y está muy bien explicada, sobre todo en lo que respecta a los siempre complicados picantes. Dos buenas opciones para simplificar la comanda son sus menús. Para los amantes del pato, merece la pena su excelente menú degustación: selección de rollitos y dim sum; arroz con hojas de flor de loto o tallarines con verduras; lubina al vapor con salsa de soja y cebolleta, y medio pato laqueado al estilo pekinés, más helado frito flambeado o café o té (25€); y, entre semana, el de mediodía, estupendo por la relación calidad precio.

El dim sum inicial -que en cantonés significa ‘tocar el corazón’, como recuerdan en la carta–, consiguió su efecto, porque estaba tierno y sabroso, al que acompañaron tres tipos de rollitos chinos (gambas, primavera, pescado), muy crujientes y con excelente aceite de fritura. Platos principales, a elegir entre gambas con verduras, pato con setas y bambú, pollo con salsa agridulce, ternera con salsa saté, rape con salsa picante, wok de verduras mixtas o berenjenas chinas, acompañados por arroz tres delicias y tallarines con verduras. Optamos por rape, muy tierno y sabroso, con una salsa moderadamente picante; y pato con setas y bambú, de abundantes proporciones y punto adecuado, sorprendente teniendo en cuenta que formaba parte de ese menú de medio día. Muy bien el postre, plátano y manzana fritos con semillas. Con bebida o copa de vino y postre incluidos, ¡15,95€!.

Para los que prefieran elegir a la carta, tienen diferentes dim sum, xiao mai (de langostinos, con secreto de cerdo, o con cangrejo) (7,5€), hakao (raviolis de langostinos y castañas de agua), y xao lon bao (cerdo y cebolletas); y una buena oferta de mar: rape con salsa de judías negras (18€); wok de langostinos y setas rizadas (16,5€); langostinos al estilo Sichuan (16,5€); calamar fresco (17,5€), y lubina al vapor. El bogavante canadiense, crujiente o al vapor –su otra propuesta estrella– con fideos transparentes, jengibre y cebolleta mallorquina, hay que encargarlo. Para los carnívoros, además del pato, proponen pollo Made in China, ternera con salsa de ostras, solomillo en dados con pimienta negra de Sichuan, y secreto de cerdo ibérico estilo pueblo chino con boletus.

Los vinos, bastante clásicos y a precios excelentes: menos de dos veces el de tienda, como el Obac de Biniagrau, único representante mallorquín, o bastante menos, como en el caso de un Gramona Imperial a 29€. Un buen restaurante de comida cantonesa bien elaborada, fácil para el público occidental, con picantes controlados, y buena calidad y servicio. Cambian cubiertos entre platos, algo cada vez más en desuso y que se agradece, como sus servilletas de tela o su buena vajilla y copas. No es extraño que tengan una clientela abundante y, por lo que parece, bastante asidua.