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Estos días pasados ha tenido lugar la festividad de los Fieles Difuntos conocida coloquialmente en Mallorca como el Dia dels Morts. Aunque ahora sus orígenes se vinculan a la religión católica, su antecedente más reculado procede de la tradición religiosa celta. En ella se rendía culto al dios Samhain, cuya conmemoración marcaba el inicio del año coincidiendo con los días en que principiaba el período de oscuridad. En esas fechas, la frontera entre vivos y muertos se diluía y los espíritus de estos últimos podían volver al mundo de los vivos.

Tras cuatro siglos de convivencia de ambas culturas en tierras celtas bajo control romano, la festividad del dios céltico se incorporó al calendario sacro de los primeros, asociándose con dos festivales que honraban a los difuntos y a la diosa Pomona. Dicho núcleo festivo se cristianizó a comienzos del siglo VII durante el pontificado del papa Bonifacio IV, que fijó el 1 de noviembre como día de Todos los Santos o All Hallows. El celta Samhain enlazó así con Tots Sants o All-Hallows Eve, de donde procede el Halloween de la tradición inglesa actual.

El dulce emblemático de dicho festejo fueron los panets de mort, cuya evolución los ha transformado en los variados dulces de mazapán que llamamos panellets. Sobre su origen hay opiniones que los sitúan en los siglos medievales, mientras otras nos los colocan en los tiempos del barroco siglo XVII. El fundamental papel alimentario del pan en el entorno mediterráneo, se articula con su manifiesto simbolismo religioso, asumido por festividades de ese carácter como las dedicadas a los dioses manes y lares romanos para honrar antepasados fallecidos. De estos serían sus herederos los panes con los que ahora solemnizamos en Mallorca ese festivo. Su celebración cuenta con una dilatada trayectoria en nuestras islas, según muestra un molde para elaborar estos panecillos llamados typarion hallado en la basílica menorquina de Son Bou que los sitúa como mínimo en la época paleocristiana.

Su presencia se generaliza a partir de la segunda mitad del siglo XII, cuando se consolidan en todos los estamentos sociales las misas de difuntos, en cuyo Ofertorio se adoptó la costumbre de obsequiar con un pan a los asistentes. La misma dádiva se dispensaba en Tots Sants, depositando sobre las tumbas cestos con panecillos. Quienes pasaban a rezar por el alma del difunto podían llevárselos como testimonio de agradecimiento por sus oraciones. Dichos panes formaban parte de los llamados eulogios u ofrendas de panes sacros, habituales en ritos religiosos de la antigüedad no necesariamente cristianos. Esta tradición litúrgica de obsequios se cuenta entre las más arcaicas de las mantenidas por todas las concepciones religiosas para alcanzar el favor de la divinidad. Aproximadamente a partir de comienzos del XVIII irían siendo progresivamente edulcorados y solo más adelante sustituirían la harina de trigo por la de almendra, dando lugar a los actuales panellets.