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Se cuenta que Fannie Flagg, la excelente narradora americana, cuando empezó la escuela secundaria, escribió una pequeña comedia que a alguien le pareció escandalosa y supuso a la adolescente autora su expulsión del centro, éste al parecer vendido al puritanismo. Desde entonces se lanzó sin reparos al oficio literario participando en más de quinientos programas televisivos, como Vacaciones en el mar, o cinematográficos, como Grease. Tomates verdes en el café Whistle Stop (1986) fue su libro nominado para el premio Pulitzer y de allí saltó a las pantallas de cine, por el que casi alcanzó el Oscar. ¿Pero… qué bar era ese? Dejemos que la historia retroceda al 12 de junio de 1929, época de la Gran Depresión, cuando nació la popular casa de comidas, vecina al edificio de correos.

Explicaba la cocinera propietaria a los curiosos que el desayuno se servía desde las 5’30 a las 7’30 y consistía en huevos, tortas, bizcocho, bacón, salchichas, jamón, salsa picante y café, todo por un cuarto de dólar. Para almorzar y para cenar ofrecían pollo frito, chuletas de cerdo, pescado, empanadillas, parrillada de carne, guarnición de verduras a elegir, además de pan, bizcocho, bebida y postre, todo por 35 centavos. Las verduras que entraban como guarnición eran maíz a la crema, grelos, guisantes, ñame glaseado, limas, habitas tiernas y por supuesto, los famosos en el lugar, tomates verdes fritos. Y entre tanta comida, había, para los curiosos, un relato de suspense.

Disponemos de un cuarto de kilo de tomates verdes, tres huevos, cien gramos de galleta rallada al estilo de la galleta llamada de Inca y que también se fabrica en Porreres, Artà y otras villas, una cucharada de harina, un par de cucharadas de aceite de oliva, sal y pimienta. Cortamos los tomates en rodajas y los escaldamos en agua, para seguidamente pasarlos por la harina y la galleta. Batimos los huevos, los salpimentamos y bañamos en ellos las rodajas de tomate. Las rebozamos con la mezcla de harina y galleta picada. Así preparado el tomate, pasamos a freírlo en buen aceite hasta que se doren bellamente. En la receta original el aceite es el que resulta de freír bacon y se le añade, al producto, algo de leche.