Con la reducción de la luz solar notamos la carencia de la vitamina D.

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Con la llegada del frío se incrementa el riesgo de contraer enfermedades o infecciones en nuestro cuerpo. Las vitaminas juegan un papel muy importante en este aspecto, ya que la falta de alguna de ellas te puede generar cansancio, malestar o fatiga. Es por eso que en invierno, con la reducción de la luz solar, notamos la carencia de la vitamina D. Una vitamina esencial para la salud, que adquirimos a través de la piel con la exposición del sol. Por este motivo, en muchas ocasiones después de tomar el sol nos encontramos de buen humor y con más energía.

Ante la falta de vitamina D por la reducción de la radiación solar existen otras alternativas para suplir su carencia. Algunas de ellas son alimentos como el pescado azul, en el que se incluye la caballa, el atún o las sardinas; setas, yemas de huevo o los productos lácteos y no lácteos enriquecidos. Otra opción también puede ser tomar suplementos de vitamina D. En cuanto a las personas que más necesitan este nutriente están: las mayores, las que tienen ciertas afecciones como enfermedades del hígado, fibrosis quística o enfermedad de Crohn, las que tienen obesidad, las que han tenido una cirugía de derivación gástrica o los bebés amamantado.

Sin embargo, para entender la importancia de la vitamina D primero hay que saber qué es. Este nutriente es un compuesto orgánico, un tipo de prohormona conocido como secoesteroide. Las prohormonas son sustancias que el cuerpo transforma en hormonas usando funciones metabólicas. La vitamina D ayuda al cuerpo a absorber el calcio, indispensable para la salud ósea y mantiene también el equilibrio necesario de calcio y fosfato para la mineralización de los huesos. También desempeña un papel importante en el mantenimiento de la salud del tracto gastrointestinal y aumenta el número y la diversidad de los microbios que viven en el intestino, lo que consigue reducir la inflamación en todo el cuerpo.