Profesión: Modelo, empresaria e interiorista. | Principales aficiones: Visitar museos y tomar un buen vino en compañía. | Una pasión: Las antigüedades y el arte. | Eugenia Planas

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Modelo, artista, interiorista y directora artística de la firma Nilay, Martina Benvenutto nos recibe en su espacio íntimo. Cuando una atraviesa el umbral, es la sonrisa sin rictus de focos de revista de moda la que nace de sus labios.

La tarde, de intensa canícula, parece más serena en el hogar de Martina. Lo primero que apreciamos es la música de bossa nova que adereza el ambiente y el aroma a vainilla de las velas acompañadas por bouquetes de flores blancas.

Blancas las paredes, las flores, los butacones y jarrones «simbolizan la pureza del ambiente que pretendo crear. Desde que hablé de mi condición sexual, de mi vivencia como transgénero, me siento más pura».

Benvenutto crea sus propias obras y su casa es una apuesta por el arte contemporáneo.

Vive una ordenada y armoniosa vida de su alma y de su cuerpo. La catarsis oral la ha liberado. Y esa misma armonía es la que se siente en su casa, en el salón donde cada objeto ha encontrado su sitio, donde las antiguas persianas miran de frente a una fémina de pelo rojizo que, en ambiente grana se muestra ávida de deseo carnal, escondida tras la pared que separa el salón del comedor, firmada la obra por Carlos Prieto.

A la vista, desde cualquier rincón, Martina muestra su obra en blanco y negro, en complicidad con asientos, cojines y mesas auxiliares mientras la hembra de Carlos Prieto mira hacia el sol que por las ventanas deslumbra el iris.

Es al cruzar el recibidor de la casa cuando uno se sumerge en la fiesta de los sentidos. No hay muros que separen los espacios y se presenta a la vista la enmarcada cocina con obra de Amo Art y un hermoso mueble hindú que hace las veces de elemento separador de ambientes.

Una casa pensada para desayunar en compañía y celebrar con amigos en tres ambientes.

En el comedor, la mesa de madera de roble reciclada se rodea de silla Tulip amarillas combinadas con las de cruceta tipo bistró parisino y banquetas negras. El conjunto, adornado por otra obra pictórica de la modelo, se ubica bajo una antigua lámpara chandelier de cristal. «Me la regaló mi prometido. Soy fanática de los mercadillo de antigüedades. Ahora selecciono más que antes y prefiero una buena pieza a varios objetos decorativos que no encontrarán su lugar. Como interiorista, sé que es el objeto el que te indica donde debe ubicarse y algunos se resisten», sonríe.

Sus viajes a India para escoger moda étnica destinada a su cadena de tiendas, sirve para que elija cuidadosamente mobiliario para su casa o para los lugares donde ejerce sus tareas de decoración integral de espacios. Un mueble de cajones de madera muy trabajada, proveniente de un palacio de la India, encandila no sólo por su belleza si no por los ocultos cajones internos que lo hacen muy especial. Un mueble con secretos ocultos a la vista y con vistosa ornamentación acoge una escultura de John Crin, una foto antigua de Lisboa y la primera obra que adquirió Martina: un desnudo de Rosa Marrero.

Henry Salas

El mueble hindú da paso a una alfombra que «me regaló Henry Salas, de su casa de París. Los muebles tienen que tener alma, contar historias, provocar una conversación en torno a ellos y ser factor de comunicación. Mi abuelo me enseñó a valorar las buenas vajillas. Pienso que los ambientes deben ser acogedores. Álvaro y yo disfrutamos desayunando en el comedor, con música y hojeando revistas de moda y decoración, haciendo proyectos de futuro».

Su habitación tiene el color blanco puro de las constelaciones. Una iconografía religiosa rompe la uniformidad. Porque como en sus cuadros, blanco y negro se unen pero el anodino gris no tiene cabida.