Tiene 77 años y acude varias veces a la semana al situado de productores de Mercapalma. | Pep Córcoles

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Se llama Llorenç Barceló y es de Muro aunque vive en sa Pobla. Algunos le llaman ‘Campanilla’, por asociación con el nombre artístico de su hermano, el matador de toros José Barceló. Llorenç es un veterano payés de esos que sienten la llamada de la tierra y a pesar de haber superado con creces la edad mínima para la jubilación sigue trabajando con devoción y casi con obstinación. Tiene 77 años y cada semana acude varias veces al situado de productores del mercado central Mercapalma para vender las hortalizas y verduras que cultiva en sus tierras.

«Cada vez quedamos menos y eso nos está llevando a depender de fuera para lo primordial, que es llenar la barriga. Los payeses viejos se retiran y no hay relevo. No es atractivo para los jóvenes y no hay un verdadero interés para potenciarlo», explica.

El agricultor posee una granja de cerdos que podía albergar, en su momento a 1.500 animales. «La tengo cerrada desde hace 12 años porque no es posible mantenerla. Los costes de producción en Mallorca son inasumibles y, además, tenemos otro grave problema. Si decidiera reabrirla y luchar por levantarla me toparía con cincuenta mil trabas porque molestaría a los vecinos por olor o por ruido», sostiene. «Tengo unos amigos que alquilaron una casa en el campo a unos turistas. A los pocos días la dejaron aduciendo que los cencerros de las ovejas que pastaban en las proximidades les molestaban por las noches», cuenta con una sonrisa irónica.

El productor agrega: «Aquí tenemos un monocultivo económico que es el turismo y todo lo que pueda molestarlo hay que eliminarlo. En Cataluña siguen produciendo muchos cerdos; aquí no. Hemos llegado al punto que importamos cerdos de la península para hacer nuestra sobrassada».

Conrea 27 ‘quarterades’ en diferentes fincas de la Isla.

Barceló se dedica al campo desde hace casi 60 años. «Yo estudié bachiller en mis tiempos mozos, incluso saqué una matrícula de honor en matemáticas. Pero para seguir estudiando, no era como ahora; era preciso irse a Barcelona o a Madrid y eso costaba mucho, así que me dediqué a la huerta», dice. En la actualidad posee unas 27 ‘quarterades’ repartidas en varias fincas que cultiva en el paraje rural de Son Sant Joan, cerca de s’Albufera de Mallorca.

A pesar de sus 77 años sigue al pie del surco. «Me siento fuerte, puedo, y no quiero dejarlo», explica. Tiene a dos personas asalariadas trabajando con él. Cultiva especialmente verduras como coles, repollos, acelgas, espinacas, cebolletas, puerros, apio, perejil, calabazas y otros frutos de temporada. Acude puntualmente los martes, jueves y viernes al situado de productores para vender su cosecha a los fruteros de la isla. Tras cada mercado es de los últimos que se marcha del situado. «Cuando empecé a venir no cabíamos. Éramos un montón de payeses; ahora, algunos jueves somos tres o cuatro. El campo es lo último y los que quedamos aún activos somos los últimos», sentencia.