Jens Heidenreich pide ayuda para su proyecto solidario con los animales. Señala que sus cuidados le cuestan unos 25.000 euros cada mes. | Teresa Ayuga

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Jens Heidenreich es uno de esos alemanes enamorados de la Mallorca rural. Asesor fiscal en Suiza desde los años 90, poco antes de la pandemia decidió emprender una aventura empresarial y personal en la isla: quería crear su propia gama de vinos locales.

El proyecto no funcionó. La llegada de la pandemia, pero especialmente la mala calidad de la tierra en su finca de Llucmajor echó al traste la idea, lastrada por un terreno con excesiva cantidad de piedras. Sin embargo, y como les ocurre a quienes poseen una ambición sana y un inagotable espíritu emprendedor, aquel obstáculo le acabaría sirviendo para multiplicar su apuesta empresarial: haría los vinos en otro punto de la isla, y aprovecharía las irregulares tierras de Llucmajor para poner en marcha un huerto diferente.

De esta forma, casi accidental, nació Fresópolis, un espacio familiar donde los animales, las frutas y las verduras, pero especialmente las fresas son protagonistas: «hemos creado un huerto –explica– para que las personas que viven en la ciudad puedan venir a recoger producto del campo». ¿Un huerto urbano? No. Un espacio abierto, sin barreras, donde cualquiera puede acercarse y recoger con sus propias manos los tomates, calabazas, pepinos o pimientos que ha sembrado el equipo –cada vez más amplio– que dirige Jens.

En función de la época del año, en los aledaños de Fresópolis encontramos también coles, brócoli o pimientos del padrón. Una amplia variedad de verduras que no hace sombra a la gran estrella del lugar: la fresa. Este delicioso y aromático fruto es recolectado a diario por jóvenes y mayores que se acercan hasta Fresópolis, y sirve además como base para uno de los primeros productos que, con la colaboración de Amadip Esment, están envasando ya en la finca: la mermelada.

Y es solo el principio. De hecho, también con base en Llucmajor, se están elaborando salsas a base de pimiento y chile, como la célebre Carolina Reaper. Una variedad que irá a más, porque Fresópolis crece.

Lo hace a través de algo así como una granja escuela, que visitan centros educativos y que sirve también para celebrar cumpleaños en un entorno rústico y natural. Allí encontramos gallinas, patos, cobayas o asnos, siempre con un componente solidario. De la mano de la entidad Animal Police, su misión es «rescatar y cuidar animales abandonados, vagabundos y heridos, dándoles un lugar de refugio y colocándolos para un lugar en la vida donde ellos también puedan ser felices».

Mientras, eso sí, Jens ha conseguido por fin crear su propia línea de vinos mallorquines: gracias a los viñedos plantados en la zona de Binissalem ha nacido ‘Viva la Vida’, unos caldos de los que se muestra «muy orgulloso». Y a través de la finca vacacional ‘Es Vinyet’ que posee en Porreres, ha dado forma a nuevos vinos en todas sus variedades: tinto, blanco y rosado.